Hace tan solo unas semanas conocí a Berenson, un chico de nueve años de una remota comunidad del sur de Haití. Su historia me conmovió. La mayoría de las niñas y niños de su comunidad no asisten a la escuela, excepto por algunas lecciones que imparten voluntarios que se desplazan hasta la comunidad, y para obtener atención médica, tienen que desplazarse en motoneta por varios kilómetros.
Cuando el 14 de agosto de 2021 el terremoto sacudió la península meridional de Haití, no podíamos prever la magnitud de los daños. Afectó a 800.000 personas, entre ellas a 340.000 niños, niñas y adolescentes, causó más de 2.200 muertos y convirtió infraestructuras básicas en escombros, incluyendo la escuela y el centro de salud de la comunidad de Berenson, que sigue sin conexión eléctrica estable.
Antes del terremoto, los niños, niñas y adolescentes de Haití ya sufrían altas tasas de desnutrición, desplazamientos causados por la violencia de las bandas y los impactos secundarios de la covid-19. Pero ahora mismo, sus necesidades son más acuciantes que nunca, ya que familias enteras lo perdieron todo, incluidas las casas, las escuelas, el acceso al agua y las instalaciones sanitarias.
Hoy, siete meses después del terremoto, ha habido avances significativos en un contexto de extremada dificultad, entre convulsiones políticas y sociales, y con bandas armadas tomando el control de carreteras clave para la llegada de suministros, pero los retos siguen siendo inmensos en áreas básicas como salud, agua, saneamiento e higiene, protección, educación, apoyo psicosocial o la malnutrición.
Unicef ha estado al frente de la respuesta desde las primeras horas después del desastre natural. En menos de 24 horas, se enviaron al sur seis equipos de emergencia con medicamentos y suministros esenciales para atender a 30.000 personas, y se desplegaron 24 clínicas móviles en 18 municipios remotos para proporcionar atención sanitaria y nutricional a 52.000 personas, al tiempo que se abría el acceso a la vacunación contra la covid-19.
Nuestros equipos han distribuido cerca de 23.000 kits de higiene, incluyendo jabón, productos para el tratamiento del agua en el hogar y kits de higiene menstrual para cubrir a 121.000 personas y han facilitado el acceso al agua potable a cerca de medio millón de habitantes.
Sus necesidades son más acuciantes que nunca, ya que familias enteras lo perdieron todo, incluidas las casas, las escuelas, el acceso al agua y las instalaciones sanitarias
Junto a socios y aliados, hemos facilitado la reunificación de 171 niños, niñas y adolescentes no acompañados o separados con sus familias y proporcionado apoyo psicosocial, alimentación e higiene a más de 500 familias vulnerables. Más de 19.000 pequeños se han beneficiado de actividades psicosociales y recreativas en 50 espacios amigos de la infancia, para ayudarles a recuperar cierta sensación de normalidad tras los traumas sufridos.
También se han hecho innumerables esfuerzos para que las escuelas del Gran Sur, como la de la remota comunidad de Berenson, reabran sus puertas. Nos hemos comprometido a construir 900 aulas en 150 centros educativos, en colaboración con ONG y empresas privadas locales. Hasta la fecha, se están construyendo 230 espacios de aprendizaje en 38 escuelas. Se han distribuido 74.000 kits escolares y 1.600 kits educativos a alumnos y maestros de 297 colegios.
Nos hemos comprometido a construir 900 aulas en 150 escuelas, en colaboración con ONG y empresas privadas locales. Hasta la fecha, se están construyendo 230 espacios
Me gustaría agradecer a los donantes que nos han acompañado durante estos siete meses y hacer un llamamiento a la comunidad internacional para que mantenga este impulso de solidaridad y siga apoyándonos, para que cada niño y niña de Haití pueda sobrevivir y prosperar. Saben que en Unicef nunca nos rendiremos.
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