No hay tregua para el PRI. Poco más de un mes después de registrar unos duros resultados electorales, se acumulan los problemas en el histórico partido mexicano alargando una crisis cada vez más profunda. La debacle territorial −ha perdido ocho de los 12 Estados donde gobernaba− ha vuelto a sacar a la superficie una guerra interna que permanecía aletargada pero que se remonta, al menos, a la salida del poder de Enrique Peña Nieto en 2018.
La tensión explotó a finales de junio con una batalla campal a las puertas de la sede del partido que se saldó con un herido de bala. En paralelo, los casos por corrupción contra altos cargos del Gobierno de Peña Nieto siguen aumentando, con la reciente imputación por enriquecimiento ilícito del exsecretario de Economía Ildefonso Guajardo, como último ejemplo. Asediado en los tribunales y roto por dentro, el PRI no encuentra la salida a su laberinto.
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Las imágenes de lo sucedido el 29 de junio en los alrededores de la sede del partido, en pleno centro de Ciudad de México, son más parecidas a una bronca entre bandas callejeras que a una disputa entre militantes de la misma formación. Armados con estacas, más de un centenar de personas se había reunido para pedir la renuncia del presidente del partido, Alejandro Moreno. La protesta derivó en una cacería a palos por las calles de la ciudad y un joven con un balazo a la altura de la clavícula.
Los sucesos rompieron de forma traumática y definitiva un viejo código de la política que el PRI había seguido a rajatabla: los trapos sucios se limpian dentro de casa. En el 2000, la salida del poder tras 71 años de hegemonía total provocó el primer riesgo de implosión con peticiones de expulsión y acusaciones de fraude en la elección del nuevo líder del partido. La reconquista del poder una década después, y el control de los resortes internos por uno de sus clanes históricos, el poderoso grupo Atlacomulco, calmó las aguas. Pero la estrepitosa derrota del 2018 –el candidato José Antonio Meade obtuvo el peor resultado histórico– resucitó la guerra.