Cuando el 17 de junio de 1944 Louis-Ferdinand Céline huía con salvoconducto alemán hacía el exilio que le llevaría primero a Alemania y posteriormente a Dinamarca, era muy consciente de que en su piso de la rue Girardon de París dejaba manuscritos, muebles y demás pertenencias. Su mujer, Lucette Destouches, apenas tuvo tiempo de retirar las últimas piezas de oro en el Crédit Lyonnais, mientras él confiaba algunos papeles a su secretaria. Se embarcaron en un tren que partía de la Gare de l’Est hacia Baden Baden.
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El 25 de agosto se produjo la liberación de París y el general De Gaulle dictó su famoso discurso en el Hotel de Ville: “¡París ultrajado! ¡París roto! ¡París martirizado! ¡Pero París liberado!”. Los resistentes tuvieron por fin vía libre para ir a la caza de los colaboracionistas. Los famosos epurateurs (se conoce como Épuration légale a los juicios realizados en Francia después de la liberación contra todos aquellos que colaboraron con la ocupación alemana) entraron en acción.
Fue en esos días cuando alguien irrumpió en el piso de la rue Girardon y se llevó las obras que había dejado el escritor en un armario, entre las que se encontraban novelas como Casse-Pipe o Muerte a crédito, y otros tantos centenares de páginas. 77 años después, ese conjunto literario de leyenda ha aparecido en París, en uno de los hallazgos literarios más interesantes de lo que llevamos de siglo.
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Cuando se cumplen 60 años de la muerte del autor de Viaje al fin de la noche, voilà, aquí están los papeles devueltos. Entre ellos se encuentra el “desaparecido” y esperado manuscrito de Casse-Pipe, la novela inacabada que junto a Viaje al fin de la noche y Muerte a crédito debía constituir una trilogía de la guerra.
El diario francés Le Monde ha revelado este descubrimiento siguiendo su rastro desde la Liberación hasta hoy, sacando a la luz el capítulo que faltaba de una de las biografías más intensas, controvertidas y estudiadas del siglo XX. El médico y escritor francés Louis Ferdinand Auguste Destouches (Courbevoive, 1894-Paris, 1961) es considerado uno de los autores literarios más influyentes del pasado siglo, dueño de un estilo transgresor, coloquial, auténtico y reconocible. No en vano es, tras Marcel Proust , el escritor más traducido y leído de la literatura francesa del siglo XX.
Genio para unos por la revolución que supuso el empleo de un lenguaje y de un francés provocador, incisivo, nihilista y agresivo nunca leído hasta ese momento, y desleal y conspirador deleznable para otros, al reconocerse abiertamente antisemita y simpatizante de la causa nazi. Héroe de guerra para unos por su lucha como voluntario en la Primera Guerra Mundial, traidor colaboracionista para otros por sus repetidos panfletos contra los judíos durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
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Así pues, la eterna dicotomía entre su obra y sus ideas sigue dando que hablar gracias a este epílogo recibido con júbilo por los seguidores de su literatura, y que mantiene un final aún abierto que añade ingredientes a la leyenda negra, porque aún no se sabe quién fue el resistente / epurateur que entró en la casa de la rue Girardon, por más que el propio Céline dejara la puerta abierta a dos indicios: por un lado el corso Oscar Rosembly, a quien por lo visto Céline, por raro que pueda parecer, pues era judío, contrató para que le llevara las cuentas, suposición que corroboró el biógrafo Henri Godard en su edición de la Correspondencia de Céline para La Pléiade.
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El lector misterioso solo había puesto una condición para entregárselos al periodista: que no los hiciera públicos antes de la muerte de la mujer de Céline, Lucette Destouches, porque, siendo él de izquierdas, no quería “enriquecer” a la viuda del escritor antisemita. Lucette Destouches tardó en morir, de hecho falleció en otoño de 2019 a los 107 años, dando por fin vía libre a Thibaudat, que durante los 15 años que transcurrieron desde que los recibió hasta que pudo mostrarlos se había dedicado a transcribir páginas y a custodiar el secreto. ¿Quién fue el donante? Silencio. “Thibaudat ha jurado no contarlo”, asegura el abogado. ¿Pidió dinero a cambio? Ni un céntimo.