La desconfianza mutua se ha adueñado de los partidos con posibilidades de ejercer el poder en los Países Bajos, y el nombramiento de un nuevo Gabinete sigue atascado tres meses después de las elecciones del pasado 17 de marzo.
Pactar una coalición con el ganador de los comicios, el liberal de derecha, Mark Rutte, se ha convertido en un rompecabezas cuyas fichas no acaban de encajar por culpa de los vetos que se imponen todas las formaciones políticas entre ellas.
Rutte, primer ministro saliente y en el cargo desde 2010, está en funciones desde que el escándalo de la acusación errónea de fraude por parte de su Administración contra miles de familias por la percepción de ayudas sociales provocase en enero la dimisión en bloque de su Gabinete de centroderecha.
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Esa caída estrepitosa no le pasó factura en las urnas en gran medida por la urgencia de la pandemia. El recelo y la aprensión superan la reconocida capacidad nacional para lograr el consenso. A pesar de los esfuerzos de la socialdemócrata Mariëtte Hamer, la persona encargada por el Parlamento de tantear las posibilidades de alcanzar un acuerdo, no hay fumata blanca.
Formar una coalición es un ejercicio bien engrasado en los Países Bajos, aunque no siempre se trate de un proceso rápido. El propio Rutte tiene de momento el récord de tardanza: la formación de su tercer gobierno, en 2017, le llevó 225 días desde las elecciones. Esta vez hay ganas de cambios en el estilo político, pero la actual quiebra de confianza permea en todo el arco político holandés y, en algunos momentos, la situación tiene visos de obra teatral.
Moción de censura
El embrollo tiene un factor desencadenante. El pasado marzo, Rutte parecía tener seguro su cuarto mandato consecutivo después de ganar las elecciones. En abril, su conocido optimismo se tornó en confusión por culpa de un error que parecía de principiante.
El malestar causado por la situación estalló cuando se publicaron las notas del encuentro y pudo verse que Rutte sí lo había dicho, y podía interpretarse como un intento de apartar del Parlamento a un crítico. Desnudo políticamente, Rutte se ganó una moción de censura, que superó por dos votos pero fue reprobado por la Cámara en pleno. Desde entonces, trata de recomponer su imagen.