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Gerhard Schröder consiguió recuperar alrededor de 10 puntos en dos campañas electorales sucesivas, la de 2002 y la de 2005. En determinado momento de la campaña de 2005, los sondeos daban a la CDU/CSU un 50% de los votos, que acabaron siendo un 35%. El SPD de Martin Schulz escaló hasta el 33% en la campaña de 2017, y terminó con un 20,5%. Las elecciones alemanas apenas han comenzado, y ya hemos visto oscilaciones de magnitud similar.
En abril parecía posible que los Verdes lo lograran. Ahora, no tanto. Creo que el partido ecologista acabará triunfando, aunque no estoy seguro de que esta vez lleguen a la meta. Muchas encuestas han registrado el ascenso y el descenso de la formación, pero la más importante es un sondeo de Infratest dimap sobre la actitud de la ciudadanía ante las cuestiones relacionadas con el medio ambiente. El sondeo nos dice a qué se enfrentan los Verdes. A los entrevistados se les preguntó lo siguiente: ¿debería prohibir el Estado los comportamientos especialmente perjudiciales para el clima? El 53% respondió que no. ¿Está a favor de subir el precio de la gasolina? El 75% dijo que no. ¿Debería el Gobierno fomentar el cambio de coches de gasolina por coches eléctricos? Un 57% se pronunció en contra.
Los Verdes están divididos. Algunos delegados hablaron a favor de un precio del carbono superior a los 60 euros por tonelada oficialmente acordado por el partido. Habeck les dijo que perderían las elecciones. La dirección de los Verdes se impuso. Los llamados fundis, o puristas, siguen siendo importantes, pero no tienen el poder que tenían antes. Quieren que se prohíban los vuelos de corta distancia, el veto obligatorio de los coches de gasolina en 2025, y unos objetivos climáticos mucho más estrictos. Todo ello entremezclado con políticas de la vieja izquierda, incluida la nacionalización de industrias.
No obstante, yo no caracterizaría el debate entre los Verdes como un debate entre la izquierda y el centro, porque el programa de los realos no se ajusta a esta categoría. El centro político alemán, ejemplificado por las grandes coaliciones, defiende el corporativismo industrial, el carbón y los coches, la dependencia del gas y el petróleo rusos, y una política exterior mercantilista. El ala Baerbock/Habeck del Partido Verde se desvía del viejo centro en un eje diferente: quiere que se abandonen los combustibles fósiles, y también una nueva política exterior en la que el cambio climático y los derechos humanos desempeñen un papel mucho más importante. Esto no es izquierda, derecha, ni centro. Es un cambio de categoría. Y es lo que hace la perspectiva de un gobierno verde tan seductora.
Solo veo dos coaliciones en las que ese giro tendría la posibilidad de ocurrir. Una es una coalición entre los Verdes y la CDU/CSU en la que ambos partidos tengan más o menos la misma fuerza. El que la cancillería la ocupe Baerbock o Laschet no es la cuestión principal. La otra arquitectura sería una coalición entre los Verdes, el SPD y el FDP, la llamada “coalición semáforo”.
Confío en que, al final, surja un programa centrado en los incentivos fiscales y las inversiones verdes. Alemania es un país rico cuyos mejores tiempos han quedado atrás. Se encuentra en una fase en la que la gente se da cuenta de que algo no acaba de ir bien, pero todavía no está preparada para sacar conclusiones firmes de esa observación.