#Béisbol | Una joven beisbolista se enfrenta a la limitante de tener que jugar softbol al entrar en la adolescencia ya que no hay ligas femeniles y no se le permite jugar en equipos infantiles de hombres. Marcela Díaz, miembro del equipo mexicano de beisbol, se encontró en esta situación y tuvo que desafiar las prohibiciones para seguir jugando.
Incluso en una liga, le dijeron que no podía jugar por ser mujer y por el riesgo de accidente, pero sus padres se ofrecieron a ser responsables de cualquier eventualidad para que ella pudiera seguir jugando beisbol, deporte que ha practicado durante 18 años. El equipo mexicano de beisbol participará en un Mundial por primera vez.
Cuando llegó el momento de migrar de las ligas infantiles, Marcela buscó lugar en equipos amateurs y semiprofesionales. Con recelo, algunos le abrieron un espacio, pero siempre con condescendencia o con franco rechazo de sus compañeros.
“Si cuando niña hubo padres que sacaron a sus hijos del equipo, porque había niñas, en las novenas semiprofesionales los hombres me veían con molestia. Algunos trataban de que me fuera y otros me mandaban a la banca, según para cuidarme”, reprocha Marcela.
“La única forma de cuidarme era que me dieran una oportunidad de jugar”, exclama Marcela; “en cambio, me utilizaban de ejemplo para motivar a los hombres: mira, ella que es mujer no se queja. Me daba un coraje que dijeran eso”.
Contra todo, Díaz logró crecer como pelotera y fue parte significativa del primer seleccionado mexicano que irá al Mundial femenil de beisbol en agosto próximo.
“Ya lo habían conseguido antes unas compañeras, pero no fueron al Mundial porque se canceló por la pandemia”, relata; “nosotras volvimos a calificar y conseguimos, por primera vez, una medalla en ese premundial. Regresamos de Venezuela con el bronce”.
Gracias al apoyo de su familia llegó a representar a México en el Premundial y del mismo modo lo hará en el Mundial. Cuando compite representando al Tri recibe ayuda económica y las erogaciones las cubre la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, pero todo el trabajo de preparación para copas estatales con el equipo de la Ciudad de México son gastos personales.
Si acaso, cuenta, los apoyan algunos provedores locales de manera modesta. Pero los gastos de transporte, hospedaje y alimentación de los torneos ajenos a la selección son costeados por las familias.
“Ahora que pasó el Clásico Mundial me inspiró ver lo bonito que jugaban los mexicanos. Después me di cuenta que yo también haré algo así en el Mundial femenil. Nosotras vamos a ser la inspiración de las niñas y lo que hoy sucede en este torneo es un primer paso importante.
“También me doy cuenta que la realidad es diferente, porque con la selección de hombres hay patrocinadores, marcas grandes que los apoyan. A nosotras no. Todas somos profesionales y profesionistas que cuando volvemos de un torneo tenemos que reportar a nuestros trabajos”, expresa Marcela, quien en un año se gradúa como ingeniera biomédica por el Politécnico.
Mientras charla, su hermana Daniela Díaz juega con el equipo de la Ciudad de México que enfrenta a Nuevo Léon. Las regias terminan por imponerse por 12-10 pero ambas están felices por ser pioneras en este torneo.
Al terminar, las vencedoras posan como Randy Arozarena, con los brazos cruzados, y las capitalinas lucen un poco tristes. Pero cuando hablan sobre las limitaciones que enfrentan se hermanan. Todas mencionan lo mismo, sin ligas femeniles, no hay opción. Para venir a esta Copa de Grandes Ligas tuvieron que prepararse contra equipos de niños. Era eso o seguir esa frase que deben enfrentar cuando crecen: “¡Váyanse al softbol!”