En Puebla, un caso ha captado la atención nacional y ha expuesto la vulnerabilidad del sistema de salud mental en el país. Marilyn Cote, quien se presentó como psiquiatra, fue arrestada tras ser acusada de ejercer la medicina sin la debida formación y de ofrecer un tratamiento poco ético para la depresión. Lejos de ser un simple incidente aislado, su historia refleja las alarmantes condiciones que enfrentan muchas personas que buscan ayuda para su bienestar mental.
Cote ganó notoriedad en redes sociales, donde se publicitaba como una experta capaz de curar la depresión en tan solo siete días. Su enfoque, que incluía un régimen de medicamentos no autorizados y un entorno de tratamiento no convencional, logró atraer a una serie de pacientes en busca de alivio ante sus padecimientos. A pesar de las advertencias de profesionales de la salud mental sobre la gravedad de la depresión y la necesidad de tratamientos validados y personalizados, muchos se sintieron atraídos por la promesa de soluciones rápidas y fáciles.
Los antecedentes de Cote revelan un patrón de engaño y manipulación que subraya la urgencia de reforzar la regulación en el ámbito de la salud mental. Según testimonios de sus pacientes, la falta de un enfoque ético y científico en el tratamiento generó más confusión y malestar en lugar de la tan anhelada cura. Este caso ha puesto en el centro del debate la necesidad de un diagnóstico adecuado y de un tratamiento respaldado por evidencia científica, así como la importancia de una vigilancia más estricta por parte de las autoridades.
La situación es especialmente preocupante en un contexto donde la salud mental sigue siendo un tema estigmatizado en la sociedad mexicana. Muchas personas todavía sienten temor al buscar ayuda profesional, lo que las hace más vulnerables a los charlatanes que prometen soluciones rápidas. La historia de Cote podría servir como un llamado a la acción para que tanto el gobierno como el sector salud refuercen sus esfuerzos en la educación y prevención, brindando información clara sobre los recursos disponibles y la importancia de acudir a profesionales capacitados.
Asimismo, este caso resalta la importancia de campañas de concientización que aborden la salud mental de manera integral, informando a la población sobre los signos de trastornos mentales y los canales adecuados para buscar apoyo. La experiencia con Cote podría motivar a más personas a hablar abiertamente sobre sus problemas de salud mental y, a su vez, empoderar a la comunidad para que exijan un tratamiento digno y profesional.
A medida que se desarrollan los acontecimientos asociados a este escándalo, queda claro que el camino hacia una mejor salud mental en México requiere un compromiso conjunto para erradicar la falta de regulación y educar tanto al público como a los profesionales del sector sobre la ética y la ciencia en el tratamiento de trastornos psicológicos. La salida de Marilyn Cote del escenario médico debe ser vista no solo como un cierre, sino como una oportunidad para abrir un diálogo más amplio sobre la salud mental y la importancia de garantizar atención de calidad.
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