Iván Aguilar tiene 33 años y lleva varios meses dándole vueltas a la misma idea: irse del país. No se puede decir que no lo ha intentado. Trabaja nueve horas en una oficina en Cuernavaca, hace traslados particulares con su carro y cuando le queda tiempo, él y su esposa fríen alitas de pollo en casa para vender a domicilio entre sus conocidos. Acaba de tener su segunda hija, vive en Jiutepec, una población de 182.000 habitantes del Estado de Morelos, y está cansado de la situación. Su esperanza es Estados Unidos y hace dos meses presentó los papeles para solicitar una visa de trabajo. “Las empresas han cerrado y los negocios están despidiendo a la gente. Todo sigue paralizado y estoy desesperado”, resume. “Le echo todas las ganas del mundo, pero cada semana sube todo: la gasolina, el gas, la canasta básica, la luz, la tortilla… pero nunca el sueldo”, dice.
La historia de Iván Aguilar representa el regreso de un fenómeno migratorio que parecía desterrado y el hundimiento de una escuálida clase media que comenzaba a asomar la cabeza. Hace solo dos años Estados Unidos era el lugar al que quería ir a “turistear” con su familia cuando lograra ahorrar un poco, pero en los últimos tiempos aspira a cruzar para enviar dinero. “Ese el panorama en mi entorno”, dice. “He platicado con amigos, con familiares o con compañeros de trabajo y siempre llegamos al mismo punto: la única solución es marcharse”. De los cientos de conferencias de prensa que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dado desde que en 2018 llegó al poder hay una frase que a Iván no se le olvida: “Que los mexicanos se vayan del país por gusto y no por obligación”. Si antes quería ir con sus hijas a Disney World, hoy aspira a poder llegar a un pueblo de California “a trapear lo que haga falta”.
Este viernes el mandatario y la vicepresidenta de EE UU, Kamala Harris, hablaron sobre el problema migratorio centroamericano, pero no mencionaron a los miles de mexicanos que entran con fuerza a una estadística en la que hasta ahora solo había hondureños, guatemaltecos y salvadoreños. Según cifras de la oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos, cuatro de cada diez migrantes detenidos en la frontera en las últimas semanas es de origen mexicano.
Con una caída del PIB del 8,5% en 2020, en el último año miles de mexicanos se han sumado a un flujo que aspira a llegar a Estados Unidos por cualquier vía. Cada mes -en una tendencia que comenzó antes de la pandemia y se disparó desde mediados del año pasado- 40.000 mexicanos son detenidos en la frontera, frente a los 16.000 de los dos años anteriores. En el último mes la cifra llegó a 55.000 mexicanos y, si se mantiene este ritmo, 2021 terminará como el año con un mayor número de mexicanos detenidos en una década, según cifras oficiales de Estados Unidos.

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