La izquierda latinoamericana se encuentra en alerta ante el riesgo de una justicia politizada que pueda vulnerar sus derechos y su libertad. Desde el llamado “golpe blando”, la región ha sido testigo de cómo la manipulación del sistema judicial se ha convertido en una herramienta de persecución política contra los oponentes del régimen.
El uso indebido de la justicia para perseguir a la oposición se ha convertido en una práctica habitual en América Latina. El acoso a líderes políticos, sociales y sindicales es una muestra clara de ello. Esta tendencia se ha intensificado en los últimos años, especialmente en países como Brasil, Ecuador o Argentina, donde la judicialización de la política se ha convertido en un pasatiempo para los políticos de turno.
La preocupación de la izquierda latinoamericana es comprensible, pues el objetivo de la politización de la justicia es evidente: neutralizar la oposición y silenciar las voces críticas. Sin embargo, este abuso de poder no solo afecta a los líderes políticos, sino también a las organizaciones sociales y ciudadanas que ven limitada su capacidad de movilización.
En este sentido, la defensa del Estado de derecho y de las libertades políticas se hace más necesaria que nunca. La izquierda latinoamericana debe trabajar por una justicia independiente y garantista, que no se convierta en la herramienta de un poder político que busca soslayar su falta de legitimidad.
En conclusión, la politización de la justicia representa una amenaza para la democracia y para la realización de una sociedad más justa y equitativa. La lucha por una justicia independiente es y debe ser una prioridad para la izquierda latinoamericana, pues de ella depende en gran parte la posibilidad de un futuro democrático para la región.
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