Mikel Rico, que tiene ya 36 años, se sienta a atarse las botas a veces al lado de su compañero del Huesca Pedro López, de 37, le mira y, entre la nostalgia y la ilusión, le dice: “¿Cuántas veces habremos hecho esto que estamos haciendo? Ponerte las botas y atártelas”, dice. “Ojalá nos queden muchas veces todavía”, añade en una entrevista realizada a través de videollamada.
Impensable hace no tanto. En enero, por ejemplo, cuando el Huesca despidió a Míchel y contrató a Pacheta para el banquillo, la situación parecía desesperada. El equipo era colista con 12 puntos, mientras que el Valladolid vivía con cierta tranquilidad siete puntos por encima. Pero mientras el Pucela se desinflaba, el Huesca aguantó, con los jóvenes aferrados al aplomo de ese cuarteto de veteranos: “Gente que lo relativizamos todo. Estás a seis puntos del descenso y no es: ‘Ya hemos descendido’. No. Es como: ‘Chavales, tranquilos que falta mucho, que ganas un partido y cambia todo, que en cuanto hagas una jornada buena y a los demás se les dé mal, estás ahí otra vez. Vamos a seguir, que estamos bien’. Y te ven que vas por la mañana, al gimnasio, a trabajar, que siempre entrenas como un animal… Que los jóvenes vean eso en el grupo de trabajo, creo que ha ayudado a que lleguemos vivos. Esa tranquilidad que hemos tenido en los momentos malos”, dice Mikel Rico. “Si nos hubiera visto entonces, no le parecería que estábamos en descenso, ni a cinco puntos de salvarnos”.
Rico, López, Okazaki (35 años) y Ferreiro (33 años) forman la cuadrilla de veteranos que ha contribuido a evitar que al Huesca lo tumbe el vértigo en una temporada en la que que ha transitado siempre por el filo del descenso. Y pese a todo, este sábado empezará la tarde en la zona de salvación, con 33 puntos, los mismos que el Elche, en descenso, y dos más que el Valladolid. Los aragoneses dependen en primer término de lo que hagan en El Alcoraz contra el Valencia (18.00, Movistar LaLiga): si ganan, repetirán en la máxima categoría. Si no, quizá también.
El vasco es un caso raro en Huesca, donde cumple ahora su tercera etapa, y donde planea instalarse tras la retirada. Hace once años fue su trampolín, cuando estando en Segunda el Granada pagó por él 600.000 euros, entonces la mayor venta de la historia del club aragonés. Subieron y un par de temporadas más tarde, después de un largo rodeo de una década, el futbolista alcanzó su verdadero sueño: “He jugado toda mi carrera con esa ilusión y esa meta de intentar llegar al Athletic en algún momento. Una vez que consigues eso, estás seis años, juegas finales, la Champions, ganas una Supercopa, te sientes querido por la gente… Seis años increíbles. Era salir de ahí y decir: ‘¿Y ahora qué?”.
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