El periodista de The New York Times Thomas Friedman popularizó en un celebrado libro a finales de los noventa la teoría de que era improbable que dos países con McDonald’s abiertos entraran en guerra. Otorgaba así a la riqueza generada por la globalización un poder apaciguador que ahora desmiente el choque entre Rusia y Ucrania, territorios donde la cadena estadounidense de comida rápida está presente. Tampoco han servido de elemento pacificador las miles de empresas españolas expuestas directamente a las economías de ambos Estados, entre ellas la mayor firma española por capitalización bursátil, Inditex, que tiene en Rusia su segundo mercado en número de establecimientos tras España, con 527 tiendas, y cuenta con otras 79 en Ucrania.
Hay varias formas de medir cuántas compañías españolas se pueden ver potencialmente afectadas. La más evidente es citar aquellas que están sobre el terreno: en Rusia, el ICEX tiene registradas 131 empresas españolas con sede física, algunas de ellas cotizadas como Acerinox, Amadeus, Gestamp, Iberia, Indra, Meliá, Repsol, Técnicas Reunidas, Tubacex o Viscofan. En su caso, salvo que hayan cubierto el riesgo divisa, afrontan la pérdida de valor del rublo, a lo que hay que sumar los efectos devastadores que pueden tener para la economía rusa las duras sanciones que prepara Occidente. Entre las que tienen más visibilidad está Amrest, dueña de 267 restaurantes en Rusia bajo las marcas KFC y Pizza Hut, que este jueves se deja en Bolsa más de un 13%.
Junto a ellas, pueden ver mermadas sus cuentas aquellas que exportan a Rusia. La oficina en Moscú del ICEX contabilizaba 1.873 exportadores regulares españoles de bienes y 2.204 de servicios a finales de 2020. Las partidas más importantes que España envía a Rusia son las de maquinaria, prendas de vestir y automóviles. Y lo que más importa del país euroasiático es con diferencia combustible: representa más del 75% de las compras.
El saldo comercial es claramente favorable a Rusia debido a la gran dependencia española de los hidrocarburos: las exportaciones españolas en 2020 estaban valoradas en 1.873 millones y las importaciones en 2.571 millones. Pese a ello, no es uno de los socios más estrechos: en 2020 España fue el 35º cliente de Rusia y el 19º suministrador de bienes, mientras que Rusia fue el 26º mercado de España y el 24º suministrador. Los intercambios con Ucrania son algo más modestos: exportaciones por 506 millones e importaciones de 1.260 millones. 1.176 empresas españolas exportaron a ese país —solo 100 de ellas un volumen por encima del millón de euros—, al que España envía sobre todo vehículos y maquinaria, y del que se trae cereales y aceite de girasol.
Más allá de las empresas que exportan, importan y tienen presencia en Rusia y Ucrania, la subida de las materias primas energéticas amenaza con golpear masivamente al tejido empresarial español. Antonio Garamendi, presidente de la patronal de empresarios CEOE, cree que la crisis puede agravarse. “Ya teníamos un problema con el tema energético y esto lo puede aumentar. Es evidente que una parte es el tema del gas. En España no hay problema desde el punto de vista del suministro, tenemos el tubo que viene de Argelia y regasificadoras que no hay en otros países, pero nadie va a parar una escalada de precios”, alertó este jueves. Garamendi citó también posibles problemas con materiales importados de la zona, como la arcilla, utilizada para fabricar azulejos, o el aluminio ruso usado para fabricar coches.
Una derivada adicional está en el turismo. Antes de la pandemia, en 2019, visitaron España 1,3 millones de rusos, un 6,9% más que el año anterior. La progresión de las llegadas de estos turistas, que suelen gastar por encima de la media —175 euros al día frente a 155 del resto—, se ha visto frenada, como el resto, por las restricciones a los viajes, y esa tendencia puede verse alimentada ahora por el conflicto bélico, que mermará su poder adquisitivo con la depreciación del rublo, el hundimiento de la Bolsa rusa y el retroceso económico por las sanciones.
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