Roberto Calasso, una autoridad editorial indiscutible en Europa, ha muerto este jueves en Milán a los 80 años. Fue un escritor que desafió la sintaxis contemporánea para asociar su imaginación a las más intrincadas fábulas del pasado y salir triunfante de su osadía. Durante mucho tiempo fue también el más elegante entre los que dirimían sobre la calidad de los otros, hasta conseguir que Adelphi, la editorial que dirigía, fuera el metro de platino iridiado de la historia editorial europea.
Su exigencia literaria, por tanto, combinó dos saberes, editar y escribir, sobre los que dejó abundantes testimonios, entre ellos los libros que dedicó a la edición y a las bibliotecas, que como casi todos los que publicó en español fueron editados por su amigo Jordi Herralde en Anagrama.
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Esa exigencia que marcó su modo de ser no se quedó solo en las distintas sabidurías que dominó, sino que formaron parte de su apariencia, sonriente pero adusta, muy exigente, como los antiguos editores y también como los escritores antiguos. Iba veloz de los sitios a los asuntos. No era tan autoritario, en sus gustos o disgustos, como el más famoso de los editores italianos, Giulio Einaudi, pero había adquirido una autoridad indiscutida (excepto por aquellos que recibieron sus rechazos).
Su gran amigo en España, “cómplice y fiel editor desde hace casi medio siglo”, Jorge Herralde ha dicho a Columna Digital tras conocerse la muerte que era un hombre de extraordinaria elegancia, “capaz de llevar adelante iniciativas audaces”, como la muy exitosa edición literaria de Georges Simenon, por ejemplo, pero también de otros grandes de la literatura. Destaca también Herralde su libro La marca del editor, obra fundamental sobre el mundo de la edición. “Nos veíamos todos los años, menos estos dos últimos, porque coincidíamos en Fráncfort y este tiempo no ha habido feria. En uno de esos encuentros vino a mi estand y se fijó en un poster que decía Biblioteca Nabokov. Y a los dos años ya estaba en Adelphi su propia colección del autor de Lolita”.
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Según Herralde, Calasso se apartó de todas las modas “y siempre mostró un gusto personal muy exquisito”. En España fue reconocido con el premio Formentor y en México con el que la FIL de Guadalajara dedica a editores destacados, entre los que ha estado el propio Herralde. “Fue”, dice Herralde, “algo insólito: ser a la vez un grandísimo escritor y un grandísimo editor”.
El italiano Nuccio Ordine, autor de La utilidad de lo inútil, también comenta la muerte de Calasso: “Ha sido un gran editor que ha sabido construir un importante catálogo que ha llevado a descubrir autores italianos y extranjeros de gran valor. Hombre de autoridad y también autoritario, con un carácter muy difícil y complicado”. Silvia Sesé, continuadora de Herralde al frente de Anagrama, dice: “Fue un grandísimo editor capaz de mantener un enfoque editorial de mucho éxito. Abierto, de primerísimo nivel, introdujo un catálogo muy sólido”.