Por Juan Carlos Sánchez Magallán
La diplomacia es eficaz cuando se utiliza la experiencia, el conocimiento, la audacia y astucia para prever posibles escenarios de conflicto entre dos países o de un conjunto de naciones. Es necesario, por supuesto, determinar las mejores salidas para el arreglo y conciliación de estos, siempre con sustento en los andamiajes institucionales, resultado de organismos y tratados internacionales de los que somos parte.
La diplomacia se apoya en el multilateralismo contemplado en la carta fundamental de las Naciones Unidas y en los principios de resolución de las posibles controversias que surjan entre países.
Multilateralismo y cooperación internacional son los ejes que atienden los crecientes desafíos que nos impone el cambio climático, las tensiones geopolíticas, las crisis humanitarias, las migratorias y la integración regional, asuntos que atañen a todas las naciones.
Los conflictos surgen por límites geográficos, de aguas, comercio terrestre o marítimo, migración, inestabilidad social, colonialismo, las ideologías políticas, las religiones, los energéticos, los metales, los minerales, las piedras preciosas y la industria armamentista.
En 2018, la Asamblea General de la ONU decidió promover los valores de la Carta de las Naciones Unidas y sus principios de resolución de disputas entre países, a través de medios pacíficos, como lo son el multilateralismo y el derecho internacional, con el propósito de lograr una paz duradera y sostenida mediante el ejercicio de la diplomacia.
Ciertamente, existen y se pactan acuerdos multilaterales entre los países o bien intercontinentales, para fijar reglas al intercambio comercial, de tránsito de bienes, personas y servicios. Lo anterior da paso a la creación de organismos multilaterales que se encargan de dar seguimiento a temas específicos, como el comercio, la cultura, el establecimiento de la paz y los grandes Objetivos del Milenio.
En un mundo globalizado, el multilateralismo es la única vía que encuentra y ofrece salidas permanentes a todo tipo de conflictos de cualquier naturaleza, al convivir en un sistema de vida interdependiente para la constante búsqueda de políticas que sean de utilidad y beneficio a las naciones y en permanente comunicación.
Ucrania y su autonomía no lograron conciliar con Moscú y Kiev, por la regionalización impulsada por los líderes separatistas y ultranacionalistas alentados por los intereses económicos internacionales. México tiene una larga vocación diplomática y multilateral, construida de las diversas experiencias que las prácticas intervencionistas e injerencistas de los países con predominio hegemónico realizan so pretexto de “cuidar sus intereses y los de sus ciudadanos”; tradición diplomática que varios excancilleres del pasado reciente pretendieron derribar, argumentando que los principios tradicionales impulsados por México “dejaron de ser funcionales” en esta era global de grandes acuerdos económicos que pueden lesionar soberanías nacionales.
Principios como la autodeterminación de los pueblos e igualdad jurídica de los estados siguen vigentes, así como la solución pacífica de controversias internacionales y la proscripción de la amenaza o del uso de la fuerza en las relaciones internacionales son determinantes para el respeto y protección de los derechos humanos. Sólo mediante la cooperación internacional lograremos impulsar el desarrollo, la lucha por la paz y la seguridad internacional.
Así, el canciller Marcelo Ebrard Casaubon fijó, con firmeza, la posición de México en estricto apego a nuestros principios y valores de no intervención y salida pacífica a los conflictos bélicos, como el de Ucrania y Rusia. ¿O no, estimado lector?
Gracias por leer Columna Digital, puedes seguirnos en Facebook y Twitter, o visitar nuestra pagina oficial.
La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.