En su primera intervención ante los medios este año en Madrid, se le pregunta a Rafael Nadal por la nostalgia, sobre ese 2005 en la Casa de Campo, cuando derribó en la final al croata Ivan Ljubicic, en el primero de sus cinco títulos en el torneo. “Lo que echo de menos es la juventud. Todos los años que han ido aumentando no me gustan, aunque creo que he sido coherente y siempre he ido aceptando cada momento de la vida”, responde el campeón de 20 grandes. Entonces todo era nuevo para él, y ahora no es ni mejor ni peor, simplemente distinto.
“Lo disfrutas de otra manera, pero no por ello con menos intensidad”, prosigue después de comentar que se ve bien, preparado para el asalto a la Caja Mágica, un territorio difícil de gobernar, puesto que la altura y la velocidad son atípicas respecto a otros torneos sobre tierra. Dice el mallorquín que se siente feliz de regresar al barrio de San Fermín pese a que la normativa le impida estos días pasear por Madrid. “Y hay una gran diferencia: tenemos público, y eso anima a nivel energético a tolerar todo lo demás”, precisa.
Desde su aterrizaje el jueves, con el trofeo de Barcelona bajo el brazo, Nadal ha ido trabajando en doble sesión. “Y no sé, puede que lo haga hoy también. Veremos si puedo hacerlo”, continúa, a la vez que se exige un golpe de tuerca porque Roland Garros (30 de mayo-13 de junio) empieza a divisarse en el horizonte y, por tanto, “es la hora de apretar, de hacer un esfuerzo importante de cara a los tres meses que vienen” y, sobre todo, de conservar el buen poso que le dejó el triunfo contra Stefanos Tsitsipas una semana atrás, en el Godó.
“Lo que me gustaría es ganar, básicamente, porque si gano significará que he hecho muchas cosas bien. Barcelona fue un paso adelante importante, pero lo que me gustaría sentir es que estoy jugando bien. Ganar o perder es parte de nuestro deporte, y más con las condiciones de aquí, que son un poco más incontrolables, pero quiero tener la sensación de que me ha encontrado mejor con el servicio, de que dentro de la pista estoy más seguro y de que tengo el control. Me gustaría irme a Roma con una sensación positiva”, expresa.
Lo hace justo después de que Naomi Osaka, la gran referencia actual del circuito femenino, se haya dado un buen tope en la arena contra Karolina Muchova: 6-4, 3-6 y 6-1 para la checa. Después de un despegue descafeinado, sin demasiada chicha, el torneo empieza a ganar revoluciones y Nadal contesta. ¿Qué necesita en los próximos siete días? “Necesito sentir que estoy jugando bien, que soy competitivo contra todo el mundo, y esto es lo que ha ocurrido desde que volví a la competición. Perdí un partido contra Rublev, en un día que no jugué nada bien, la verdad, pero competitivo estuve, peleé hasta el final. En Barcelona creo que la competitividad fue excelente, y que el juego fue de menos a más”, describe el de Manacor, que afronta su cuarta cita de una temporada atípica y que debutará, probablemente el miércoles, contra el vencedor del duelo entre Carlos Alcaraz y Adrian Mannarino.
“Cuando uno juega muy poquito, puede llegar el día en el que las sensaciones no son tan buenas o los automatismos son más difíciles de encontrar”, prosigue; “así es más difícil encontrar soluciones, que es lo que me pasó en Montecarlo. En Barcelona hice ajustes y tuve que sobreponerme a momentos complicados, y conseguí el título. Al final, cuando consigues esos títulos en los que las cosas no han ido rodadas, son los que más valor tienen”, menciona antes de cerrar e irse al comedor. “Creo que he hecho el camino correcto hasta llegar aquí”.
