Muchas veces nos preguntan a los científicos, a los astrofísicos incluso más, sobre algo que también se lee asiduamente en las redes acerca de la ciencia básica y los grandes retos tecnológicos y humanos como la carrera espacial: habiendo gente muriéndose de hambre, o de covid ahora mismo, de SIDA o ébola durante años, ¿por qué gastar dinero en “esas cosas”?, ¿para qué sirve?
Más información
Podríamos hablar de manera extensa sobre el funcionamiento de la ciencia básica, que solo puede avanzar de manera eficiente integrando disciplinas, puesto que la ciencia más puntera se enfrenta con lo desconocido, algo que fácilmente sobrepasará las fronteras de una determinada área de conocimiento. Podríamos dar ejemplos de los innumerables avances tecnológicos de los que hoy disfrutamos, como la ingeniería genética para hacer cultivos más resistentes a plagas o la investigación en vacunas, fruto de décadas de investigaciones, y que precisamente han ayudado a esos grandes problemas de la humanidad, si perfectamente no han sido (¡aún!) suficientes para resolverlos. O podríamos filosofar sobre lo que define al ser humano como tal, apelando a características intrínsecas a nuestra especie como la curiosidad, la búsqueda de conocimiento y la trascendencia. Pero nos queremos centrar en este artículo en destacar que, en algún momento del futuro, quizás no muy cercano como suele pasar en ciencia básica, nos daremos cuenta de la suerte que tuvimos de que una astrofísica como Nancy Grace Roman estuviera por encima de una visión miope de la ciencia y tuviera claro la relevancia de la astrofísica y, más en concreto, de la búsqueda de planetas más allá de nuestro Sistema Solar, así como de la carrera espacial.
La NASA creó una sección de astronomía observacional, de la que Roman se convirtió en coordinadora en febrero de 1959, pasando luego a ser directora de astronomía dentro de la de Oficina de Ciencias Espaciales
Hace 60 años, Nancy G. Roman fue clave para que la investigación que se había desarrollado con objetivos militares, durante el final de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la posguerra y de la Guerra Fría, pasará a tener una componente civil y una orientación científica, creándose lo que hoy conocemos como NASA. La NASA se fundó en 1958 teniendo como uno de sus objetivos potenciar el desarrollo de la exploración espacial con misiones tripuladas. Una de las principales motivaciones fue competir con los soviéticos, que con el programa Sputnik llevaban la delantera y habían herido el orgullo y sembrado de dudas y miedo a los estadounidenses. Buscando también aumentar el prestigio (y, consecuentemente, la influencia) y la proyección pública de su país paralela a su dimensión militar, la NASA creó también una sección de astronomía observacional, de la que Roman se convirtió en coordinadora en febrero de 1959, pasando luego a ser directora de astronomía dentro de la de Oficina de Ciencias Espaciales.
La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.