Por Alberto Ramirez Rivera
Los costos más altos de los últimos sexenios en gasolina, productos y servicios; la corrupción y el nepotismo lacerantes; los cotos de poder descarados, y la anarquía en todos los rubros, son las constantes que afectan… pero ya tenemos nuevo aeropuerto.
En medio de la peor crisis en la historia de México, sucede que se inaugura una terminal aérea y, claro, no estará al alcance de quienes carecen de dinero y sólo viajan en Metro, microbús, trolebús, mototaxi, bicitaxi, metrobús, combi o camión.
Pero el pueblo bueno y sabio anda bien contento con esa obra de relumbrón. No lo digo yo, sino la mayoría que llevó al poder al gobierno de Morena.
He aquí en lo que coincide el grueso de las personas sabias y buenas con relación a la nueva terminal aérea:
Que qué bien porque “el gobierno dará facilidades para que los pobres viajen en avión”; que bien porque “un aeropuerto da vida a las ciudades”.
Que qué bien porque “habrá más felicidad”; que qué bien porque “la ciudad se verá más bonita”; que qué bien porque “tenemos un buen gobierno”.
Este es el sentir del pueblo que carga con una inestabilidad política, económica y social. La peor situación en los últimos años.
Un comerciante del mercado público “El Rastro”, ubicado en la alcaldía Venustiano Carranza, comentó: “es seguro que los turistas extranjeros llenarán los tianguis y mercados públicos de esta ciudad, vamos a vender más”.
En el marco de la inauguración, el presidente Andrés Manuel López Obrador expresó que, a pesar de las resistencias, se hizo el nuevo aeropuerto.
Preguntas ¿no es más factible, viable, congruente, que los gobiernos mejoren el transporte público que la mayoría del pueblo utiliza? y ¿por qué se interesa en uno de élite, de gran capital?
La mayoría de personas seguirá inmersa en una ciudad caótica. En el desorden vial donde no se mete en cintura a ciclistas y motociclistas, los cuales representan un peligro en potencia para los transeúntes.
También donde los conductores de transporte público ponen en riesgo la vida del pasaje porque van a alta velocidad, no respetan los semáforos, tardan más de 20 minutos en llegar a las “paradas”, no esperan el ascenso y descenso total las personas y tratan mal a los usuarios.
Termino con las palabras de un taxista: “hay negligencia para atender el rubro de transporte público; a nosotros nos obligaron a colocar propaganda a favor de López Obrador en las unidades; seguimos con la misma tarifa… pero ya tenemos un nuevo aeropuerto”.