Es saludable para una democracia que la ciudadanía se organice y proteste pacíficamente frente al ejercicio de poder del gobierno y las empresas. Sin embargo, cuando esa expresión ciudadana se convierte en una larga y tediosa fila que no conduce a ninguna parte, el verdadero propósito de la manifestación se pierde. No podemos permitir que nuestras voces sean contenidas en una fila sin sentido.
Es necesario cuestionar el origen y el propósito de estas filas. ¿Son realmente efectivas para presionar a las autoridades y lograr los cambios que buscamos? O, por el contrario, ¿son una herramienta de control y contención social? Claramente, las filas no existen solamente en el espacio físico, sino también en nuestro modo de vida, en nuestras interacciones cotidianas y en la forma en que nos comportamos en sociedad.
Es importante no caer en la tentación de buscar respuestas fáciles. No se trata de abolir las filas, sino de cuestionar su sentido y encontrar formas más efectivas de hacer valer nuestros derechos y demandas. Defendamos la necesidad de una ciudadanía activa que exija a sus representantes un gobierno transparente y justo, y que construya una sociedad más equitativa y solidaria.
La tarea de construir una democracia más fuerte y efectiva no es fácil ni rápida. Requiere de nuestro compromiso activo y de nuestra responsabilidad como ciudadanos. Si queremos cambiar el mundo que nos rodea, debemos dejar de hacer fila en el vacío. Demandemos respuestas concretas y acciones efectivas de nuestros gobernantes. Solo así podremos construir un futuro justo y libre para todos.
Gracias por leer Columna Digital, puedes seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram o visitar nuestra página oficial.