Paco Lucena se ha acercado esta mañana al banco y ha comprobado que no tiene dinero. Cero. Es 22 de junio y cobra la pensión de autónomo, 680 euros, los 24 de cada mes. Saca un pequeño monedero, abre la cremallera y se lo muestra al periodista. “Mira, esto es todo [unas cuantas monedas de céntimos]. El poderoso mánager Paco Lucena no tiene ni tres euros”, ironiza. Está en su casa, un piso vetusto de 70 metros cuadrados en las profundidades del barrio de Aluche, en el sur de Madrid. Las persianas permanecen medio bajadas y las cortinas extendidas. Son las doce de la mañana, ahí fuera luce el sol, pero en esa casa abigarrada reinan las sombras.
Llevó a 60 artistas, trabajó para Dolores Ibárruri, cenó con García Márquez, visitó a Fidel Castro… “He tenido dinero y poder, y ya no me interesan, porque te hacen ser ruin”, afirma
La cama está sin hacer y las paredes, pobladas de fotografías. En muchas se ve el cuerpo enjuto de Joaquín Sabina, al que Lucena representó durante 22 años, desde que comenzó, en 1978, hasta 2000, en plena gira del disco 19 días y 500 noches. También cuelgan imágenes de Silvio Rodríguez, Andrés Calamaro, Manolo Tena, Coque Malla, Chavela Vargas, Luis Eduardo Aute, Miguel Ríos… Figuras políticas como Fidel Castro, Dolores Ibárruri, Juan Barranco… Todos posan con Lucena, ese que un día fue uno de los representantes musicales más poderosos de España y hoy malvive solo, sin apenas recursos, ignorado por los que un día él ayudó a encumbrar.
El hombre que solía desayunar, comer y cenar con Moët & Chandon sorbe hoy un nestea. Aquel que comió con Pepe Mujica, cenó con Gabriel García Márquez y fue recibido “tres veces” por Fidel Castro no tiene con quien hablar. Suena Mozart desde su ordenador de mesa. “Qué belleza”, dice. Respira pesadamente y suelta algún “ay” de dolor en la espalda cuando se mueve para mostrar fotos del pasado.

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En 2000 vende su chalet y una casa en el centro de Madrid para construirse una casa en Moralzarzal, en la sierra de Madrid. De 2000 a 2004 sigue ejerciendo de representante, “pero después de tener al más grande ya nada es igual”. Su último representado es El Lichis, ex La Cabra Mecánica. Ya no disfruta de los lujos de antes, pero lleva una vida sin apreturas. El Mercedes ya lo vendió. “Mi situación precaria llega cuando me divorcio, en 2008, y me voy del chalet de Moralzarzal para que viva mi ex con las dos niñas”, señala. Se muda al piso que compró en 1970 su familia en Aluche, donde todavía vivía su madre. Y comienza su reclusión. A los tres años fallece la madre con 97 y se queda solo.

Todavía se considera marxista y la única persona en la política que le da plena confianza es Yolanda Díaz. Sonríe cuando cuenta que el único que tiene las llaves de su casa es su vecino, Fran, “un votante de Vox”. “Es buena gente: se las di por si me pasa algo”, asegura.
Su objetivo ahora es recuperar la mitad del dinero del chalet de Moralzarzal, unos 250.000 euros, “para vivir un poco mejor” y publicar sus memorias a final de año con el título de Pongamos que hablo de Paco Lucena. Dice que no guarda contacto con ninguno de los músicos a los que representó y que con sus hijas, de 31 y 34 años, no se lleva demasiado bien. De los 680 que cobra cada mes debe abonar 200 a la persona que le pagó la nueva dentadura. “No tengo dinero, pero no me quejo. Jamás me he quejado, en la vida. ‘Caminando fui lo que fui’, como dice la canción de Silvio Rodríguez. He tenido dinero y poder, y ya no me interesan, porque te hacen ser ruin”.
Su último capítulo con Sabina ocurrió el pasado 8 junio: llamó a la secretaria del músico, le contó su situación económica, solicitó hablar con él y pidió ayuda. Llevaba 21 años sin intentar contactar con su exrepresentado. Ella le dijo que se lo comentaría a Joaquín. Todavía está esperando respuesta…