Mientras Benedicto XVI está a punto de celebrar, el 29 de junio, el septuagésimo aniversario de su sacerdocio, su sucesor debe afrontar en la Iglesia una situación que parece crítica en varios frentes. En escena están el escándalo de los abusos, la marginación de las mujeres, el clericalismo y la reforma de la curia romana, temas que el papa Francisco ha declarado en repetidas ocasiones que quiere resolver, pero hasta ahora sin grandes resultados: solo anuncios, nombramientos aislados, medidas mal coordinadas. Además, se han planteado cuestiones bioéticas que en varios países han requerido acciones legislativas sobre temas como el aborto y los derechos de los homosexuales, donde la batalla ideológica y política está que arde.
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Las últimas polémicas afectan a Italia, Estados Unidos y Alemania, tres importantes frentes católicos. En Italia, una inusual iniciativa diplomática de la Santa Sede ha solicitado la protección de la libertad de pensamiento en una futura ley contra la discriminación, lo que ha suscitado polémicas y protestas.
La preocupación del Vaticano es que apoyar el concepto, no solo cristiano, de que un género humano dividido en mujeres y hombres se considere discriminatorio y, por lo tanto, sancionable por la ley. En Estados Unidos, el episcopado ha aprobado por una gran mayoría la posibilidad de discutir si un político católico que admite la legalización del aborto, como el propio presidente Biden, puede recibir la eucaristía. En Alemania, el “camino sinodal” ha dado espacio a voces muy radicales que piden la bendición de las parejas homosexuales y el sacerdocio femenino.
A Estados Unidos, patria de las “guerras culturales”, iba dirigida una carta del prefecto del antiguo Santo Oficio en la que pedía que no se politice el sacramento eucarístico. Anteriormente, el mismo organismo doctrinal, presidido por el cardenal Ladaria, había respondido negativamente sobre la bendición de las parejas homosexuales.
En los tres casos, se ha manifestado así la tensión entre la Santa Sede y los episcopados, en el noveno año de un Papa que habla continuamente de “sinodalidad”, pero al que se acusa de autoritarismo. El voto de los obispos estadounidenses ha sido clamoroso, y aún más clamorosa ha sido la denuncia y renuncia del cardenal Marx, rechazadas por el Papa.