No hubo fiesta en el vestuario de Francia tras la victoria ante Alemania en Múnich. Cerrada la jornada inaugural del grupo F con un 0-1, lo primero que hizo Didier Deschamps el miércoles por la mañana fue convocar a los jugadores para pronunciar una alocución más propia de un presidente ante su gabinete que de un entrenador ante sus futbolistas. Preocupado ante las señales de indiferencia que percibía en la plantilla Deschamps les reclamó compromiso, esfuerzo, lealtad, generosidad, compañerismo. Fuera y dentro del campo. El mensaje quedó claro a todos. Si el grupo no era capaz de proyectar una idea de unión, no habría táctica ni virtuosismo técnico que valiera para evitar el desplome de la selección más potente del Europeo en el difícil trayecto que tenía por delante, comenzando por el duelo ante Hungría en Budapest, este sábado (15.00, Cuatro).
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“Paul tiene una gran determinación y sabe transmitirla al grupo”, dijo Varane, tras el debut. “Sabe cómo hacerse respetar y escuchar. Proporciona una atmósfera propia al equipo y, como es un jugador completo, lleva ese liderazgo al campo”.
“Liberación”
Le preguntaron a Pogba por el secreto de su “liberación” y su respuesta fue la de un proselitista: “No soy yo, es el grupo el que ha hecho que me sienta liberado sobre el campo. No olvidemos que a mi lado ha estado N’Golo [Kanté], Adrien [Rabiot] y Antoine [Griezmann]. Y atrás la línea de cuatro ha estado muy sólida y nos ha dado confianza a todos”.
Que dejara fuera de la lista a Benzema y a Mbappé —los futbolistas menos solidarios en los esfuerzos defensivos— no fue casual. Dicen en el entorno federativo que a Pogba le gusta dar confianza a los “más débiles” del vestuario. Amparado en su amistad con Griezmann, Varane y Kimpembe, su liderazgo arrastra a la mayoría, que no son precisamente los más famosos. Y la mayoría de los jugadores de Francia coinciden con Deschamps en que todos deben hacer los mismos sacrificios, sea cual sea su pedigrí.