En el estado mexicano de Tlaxcala, las peleas de gallos generan cientos de empleos, pero también son causa de preocupación. Estas actividades dejan miles de pesos en ganancias para sus promotores, pero también las prácticas ilegales asociadas a ellas como el tráfico de drogas, además de la crueldad animal que implica la lucha de los animales.
Las peleas de gallos se realizan en un ambiente de apuestas y competencia feroz, donde los gallos son preparados para ser agresivos y luchar hasta la muerte. Esta práctica es un delito en muchos estados de México, pero sigue siendo popular en zonas rurales y en Tlaxcala se viven más de 200 peleas al año. Incluso, el estado se ha convertido en un lugar de peregrinaje para los aficionados de esta actividad.
El problema es la crueldad en la que se ven involucrados estos animales, que son maltratados y, además, debido a la competencia y el alto valor que se les asigna como objeto de apuestas, pueden incluso ser envenenados o mutilados para ser abandonados. Según la Comisión de Ecología del estado, en varias ocasiones se ha detectado la presencia de sustancias prohibidas y peligrosas en los gallos, lo que pone en riesgo la salud del medio ambiente y de las personas involucradas.
A pesar de los múltiples esfuerzos de organizaciones amantes de los animales, el entorno político no se ha hecho eco de la extinción de esta práctica, ya que son muchos los negocios y empleos que dependen de ella. No obstante, no se puede consentir que el sufrimiento animal, el tráfico de drogas y el peligro para la salud de las personas se sigan permitiendo para sostener la economía de este sector o de cualquier otro. Es necesario buscar alternativas sostenibles y éticas para el desarrollo económico de las zonas rurales.
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