Pere Aragonès (ERC) tomará posesión esta tarde como presidente de la Generalitat, pero aún no se conoce al completo el gabinete que le acompañará en el Govern. En Junts el debate para proponer un nombre para la vicepresidencia y el resto de las consejerías está siendo complicado, y varias voces de la formación critican el secretismo de Jordi Sànchez, su secretario general, quien niega cualquier cisma, aunque dos miembros de la Ejecutiva han rehusado ser consellers.
El acuerdo de Govern firmado entre ERC y los de Carles Puigdemont establece que cada formación tendrá siete consejerías y que el reparto será paritario. En Junts también recae la vicepresidencia, una cartera sin contenido propio pero de perfil político que se une a otro departamento al que se le quiera dar un peso específico. En las filas republicanas recuerdan que es una decisión de Junts, pero observan con perplejidad la profundidad de la división interna en su socio de gobierno por la manera como se selló el pacto. Esta polémica, a efectos prácticos, implica que aún no se sepa quién tendrá la máxima representación en el Govern por parte de Junts.
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Sànchez, en una entrevista al diario Ara, aceptó que el último tramo de las negociaciones —el fin de semana del 15 y 16 de mayo, cuando se reunió en solitario con Aragonès— fue un “acto de autoridad” para cerrar el pacto y que hay algún grado de descontento por el resultado. Durante los más de 90 días de conversaciones con los republicanos, la manera casi personalista con la que el expresidente de la ANC llevó el diálogo molestó a algunos dirigentes de Junts.
A ese hermetismo se sumó, además, la dificultad de estar aislado por su condición de preso. Sànchez cumple una condena de nueve años por sedición en la prisión de Lledoners. Pero los otros líderes del procés, con quienes comparte centro penitenciario —Josep Rull o Jordi Turull, por ejemplo— también se han quejado a sus entornos de que Sànchez no les incluyó en las deliberaciones. Algo que, además, se ve reflejado en que el ala más pragmática y proveniente de las viejas familias convergentes no tiene asegurada su representación en el nuevo Ejecutivo. Pese a que Puigdemont ha intentado enviar un mensaje de unidad y de apoyo al nuevo Govern, las voces que creen que el acuerdo se cerró en falso arrecian, y el cisma es evidente. Varias de las fuentes consultadas creen que Sànchez se dejó presionar por las entidades independentistas en el tramo final de la negociación.
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