Opaca, brotada, con más arrugas y orejas. Así se ve la piel estresada. Las causas pueden ser múltiples y pueden venir desde afuera (agresiones externas como la exposición al sol sin protección o a las pantallas) o de adentro (mala alimentación, falta de hidratación).
¿Qué implica que la piel esté estresada? Que “no puede hacer frente a distintos daños, porque sus mecanismos de defensa están deteriorados y muestra signos de envejecimiento prematuro”, explica Natalia Achitte, técnica en dermocosmiatría y esteticista corporal.
¿Cómo detectar esos daños? La especialista enumera señales que pueden indicar estrés en la piel y apunta que hay diferencias en la forma en que se expresa en pieles jóvenes y maduras.
En las pieles jóvenes se observa:
- Deshidratación o resequedad. Por pérdida de agua transepidérmica (TEWL, por sus siglas en inglés) y hasta por largas horas de exposición a pantallas.
- Coloración por mayor vasodilatación.
- Ojeras. Si bien tienen un factor genético muy importante, la mala alimentación, la falta de sueño y la exposición a pantallas pueden empeorarlas.
- Inflamación por exposición a radiaciones, una mala alimentación, o pérdida de agua.
- Falta de luminosidad, provocada por el desbalance en la barrera epicutánea.
- Brotes sin pus, causados por la misma situación de estrés, el ambiente, los nervios, o el uso continuo de mascarillas/tapabocas.
- Arruguitas finas que empiezan a marcarse.
En las pieles maduras, en tanto, los signos son:
- Falta de brillo. Estos casos suelen presentar un tono amarillento.
- Aumento de la flacidez cutánea, la densidad de la piel disminuye por la pérdida de hidratación natural.
- Tono ligeramente grisáceo.
- Sequedad y pérdida de suavidad, por la disminución de sustancias hidratantes.
- Ojeras y contorno de ojos. Cuando la microcirculación se ve afectada, la primera zona en resentirse es justamente el contorno de los ojos, y se acentúan las ojeras y bolsas.
- Enrojecimiento.