El ser humano está caminando a las tres de la madrugada, a ciegas, en una noche sin luna, sobre las traviesas de un tren. Resulta consciente del peligro, pero espera tener tiempo de apartarse. Porque hacía décadas que la amenaza no era tan grande. “He perdido el diálogo con mis amigos, mi familia, mis compañeros de trabajo: aquellos que no piensan como yo, y sigo viajando en las traviesas durante estas oscuras noches del alma”. Este es el monólogo interior de bastantes sociedades. El columnista de The New York Times, David Brooks, escribió que si la II Guerra Mundial hubiera ocurrido hoy, Estados Unidos la hubiera perdido. “Porque ya no tenemos cohesión nacional, ni confianza en las instituciones ni en los demás”. ¿Imaginan un mundo nacionalsocialista? Un planeta a la medida del filonazi Louis-Ferdinand Céline y escrito con tinta negra y esvástica. El Mal. Pero la gran amenaza de la democracia es el sectarismo. Una palabra que recuerda al enfrentamiento religioso en Irak entre los suníes y chiíes. La mitad de los republicanos y más del 40% de los demócratas ven al otro como enemigo en vez de oponente político. La encuesta del canal CBS era de enero, y poco parece haber cambiado desde entonces.