Por Juan Carlos Sánchez Magallán
Los usuarios de las redes sociales estamos obligados a conocer el tema de la protección de datos personales y familiares. Muchos internautas no tenemos idea de la cantidad de información que subimos a internet, pudiéndose convertir en un dolor de cabeza para nosotros, pues los ciberdelincuentes están a la caza de nuestra información para cometer fechorías en nuestra contra o bien, en contra de terceros. Los ciberdelitos más comunes en nuestro país son: robo de identidad, secuestro de los sitios web, ataques a servidores de empresas, así como el robo de información confidencial.
Jorge Cerdio, vicepresidente de investigación de la Asociación Internet-MX, refiere que en los últimos 12 meses han aumentado los fraudes, la suplantación de identidad y la pérdida de información para difundirla y traficar con ella, como en el caso de la pornografía infantil. La exdiputada Lizbeth Eugenia Rosas Montero denunció que México ocupa, desde entonces, el nada honroso tercer lugar mundial, con víctimas por crímenes cibernéticos, sólo por debajo de China y Sudáfrica.
En esta era digital-global es muy difícil garantizar la confidencialidad de la información cuando la guardamos toda en los servidores de almacenamiento en la nube, existen los programas antivirus que las grandes empresas multinacionales venden, son diferentes softwares diseñados para evitar el hackeo de nuestros datos personales. Múltiples estafas se dan por internet por conducto de la publicidad engañosa, ventas a domicilio, compras de paquetes turísticos, prendas de vestir y relojes de marca clonados, venta de criptomonedas, clonación de tarjetas de crédito, etcétera.
Existe una serie de recomendaciones para proteger nuestros datos personales y evitar su mal uso: avisar a los familiares y amigos cercanos que tus datos personales fueron expuestos públicamente, verificar la fuente de información de los correos electrónicos recibidos, rechazar de forma sistemática cualquier correo electrónico o comunicados que soliciten con subterfugios datos confidenciales, incluso si contienen datos que coincidan.
No enviar información personal usando mensajes de correo electrónico, pues éste no es confiable si no se utilizan técnicas de cifrado; no acceder desde lugares y redes públicos a nuestro correo electrónico, no contestar ningún mensaje que resulte sospechoso.
Sin embargo, esto no es suficiente. El Informe Anual de Amenazas de Unit42, de Networks, indica que los costos de rescate de información comprometida se incrementan 144% al año. El reporte Cost of a data Breach 2021, de IBM, indica que a las empresas les costó hasta 4.35 millones de dólares anuales a nivel mundial. Un estudio de Veeam precisa que el 76% de las organizaciones latinoamericanas viven, al menos, un ataque durante el año, de estos, el 24% no pudo recuperar los datos cifrados, ni siquiera mediante el pago de un rescate.
El 25 de mayo de 2018 entró en vigor la regulación europea más estricta y completa de la protección de datos. El Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), que constriñe a todas las páginas web y blogs que usan los internautas europeos.
Esto significa que todos los ciudadanos del Viejo Continente son propietarios de toda la información que suben a las redes globales, a diferencia de los usuarios del continente americano y del asiático, donde las empresas de las tecnologías de la información (WhatsApp, Twitter, Facebook, YouTube, Instagram, etcétera) son propietarias de toda la información que los usuarios subimos a redes. En otras palabras, nosotros estamos ante cierto grado de indefensión, pues en este modelo no tenemos posibilidad de decidir el uso que se le de a nuestros datos personales. El Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales debe hacer su tarea y proponer a los congresistas y legisladores un marco normativo que dé certidumbre a los usuarios de las redes y no seguir siendo víctimas de tantos crímenes cibernéticos. ¿O no, estimado lector?
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