La gentrificación, un fenómeno urbano que está transformando diversas colonias emblemáticas de la Ciudad de México y pueblos mágicos del país, se ha intensificado en los últimos años. Este proceso implica una rehabilitación que, aunque busca mejorar las condiciones urbanas y sociales, desafortunadamente conlleva el desplazamiento de residentes de bajos ingresos por parte de nuevos habitantes con mayores recursos económicos.
Luis Alberto Salinas Arreortua, geógrafo del Instituto de Geografía de la UNAM, señala que este proceso reestructura las relaciones sociales en los espacios urbanos, favoreciendo a grandes inmobiliarias y empresarios del sector vivienda. Estos actores han comenzado a construir residencias y servicios atractivos para una población económicamente más afin, capturando áreas populares que, aunque habían estado en decadencia, poseen características deseables como áreas verdes y buena infraestructura.
Dicha situación, que afecta a los residentes originales de estos barrios, se traduce en el aumento de los costos de vida, lo que los obliga a abandonar sus hogares en busca de vivienda asequible. A pesar de sus efectos adversos, es innegable que la gentrificación también inyecta recursos económicos y genera nuevas demandas de servicios en las ciudades consolidadas.
Las características de estos barrios gentrificados se manifiestan a través de la remodelación de viviendas, el surgimiento de nuevos edificios y comercios, en su mayoría alineados con las necesidades de una población con mayores ingresos. Este fenómeno ha desencadenado un debate crucial sobre los cambios que ha sufrido la Ciudad de México desde mediados del siglo XX, donde flujos migratorios y políticas urbanas han llevado a la reconfiguración del entorno urbano.
Desde principios del siglo XXI, la aceleración del proceso de gentrificación se ha vuelto más evidente, marcada por inversiones inmobiliarias masivas y la revitalización de espacios, que han creado un paisaje urbano cambiado. El movimiento hacia la construcción de vivienda popular se ha manifestado en expansión hacia las periferias, que, aunque ofrecen opciones más económicas, a menudo se encuentran distantes y limitadas en dimensiones.
Sin embargo, a partir de 2010, el enfoque cambió con el auge de megaproyectos que prometen ser “mini ciudades”, donde residencias, comercio y entretenimiento conviven en un mismo espacio. Esta transformación ha ido acompañada de políticas del gobierno local destinadas a proteger áreas patrimoniales y ecológicas, así como a rehabilitar barrios centrales.
El tema de la gentrificación ha puesto de manifiesto desafíos significativos en la CDMX. Recientemente, el 4 de junio, se llevó a cabo una manifestación contra este fenómeno, iniciando en el Parque México y culminando en la Estela de Luz. Aunque la protesta comenzó de manera pacífica, se vio empañada por actos de vandalismo y por expresiones xenófobas.
Las tensiones resurgieron en febrero de 2023 cuando se reveló que grupos inmobiliarios habían renombrado parte del barrio Tepito como Reforma Norte, impulsando a su vez la plusvalía de los nuevos condominios. Este movimiento no solo generó burlas en redes sociales, sino que ha puesto en evidencia una dinámica clasista que amenaza la vida en las comunidades de la CDMX.
Este fenómeno ha abierto una puerta a un debate esencial sobre la desigualdad territorial en la capital, cuestionando hasta dónde puede crecer la urbe sin marginar a sus habitantes actuales. Con el trasfondo de estas tensiones sociales, el futuro de la Ciudad de México promete ser cada vez más complejo y desafiante.
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