La ONU conmemora el Día Mundial del Refugiado como homenaje a millones de personas que abandonan su hogar de manera forzada, por conflictos diversos. El asunto es alarmante, pues cada minuto 24 personas huyen de la guerra, la persecución, el terror o de determinados espacios geográficos por presiones ecológicas, demográficas y culturales. Actualmente son más de 130 millones.
La ACNUR define a un refugiado como toda persona con temor fundado de ser perseguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo u opiniones políticas, que se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no pueda o no quiera regresar a su lugar de residencia.
El empobrecimiento de una sociedad, ya sea como causa o como consecuencia de un conflicto, ocasiona desintegración social, gestando una crisis migratoria interna que provoca mayores niveles de violencia entre grupos que disputan los bienes escasos y una fuerte emigración para asegurarse un futuro. Los Estados empobrecidos son vulnerables a los cambios en la economía global, ocasionando movilidad forzosa de trabajadores, que en la actualidad se incrementa por las migraciones internas, por los conflictos humanitarios o políticos en la región, influyendo a su vez en las economías nacionales y produciendo un desigual desarrollo de los territorios, que al no resolverse mediante la cooperación y la diplomacia ocasionan movimientos masivos, internos o transfronterizos de desplazados internos o de refugiados. Si estos flujos se producen de manera irregular o forzosa, se traducen en crisis migratorias conflictivas para los Estados de origen, tránsito o destino.
Las crisis humanitarias permiten la violencia, persecución, tortura y otras violaciones de derechos humanos, a su vez, de una diversidad de crisis en las que el componente político, social, económico, demográfico y medioambiental interactúan entre sí.
El factor humanitario impulsa la protección de personas que enfrentan graves riesgos en sus países de origen, pues se calcula que cinco de cada 10 refugiados globales son menores de edad, al tiempo que los Estados ven estos desplazamientos como un reto para sus políticas de seguridad fronteriza y de extranjería, que suelen ser medidas de asilo, refugio o evacuación temporal.
Desde el estallido de la Primavera Árabe en 2011, Europa ha afrontado una crisis migratoria motivada por los miles de refugiados que intentaban huir del conflicto sirio y miles de inmigrantes procedentes de países de África subsahariana que continúan buscando en su territorio oportunidades que en sus lugares de origen no pueden hallar. La existencia de un sistema de normas para la admisión de nacionales de terceros es una de las primeras áreas de integración, consolidándose un Sistema Europeo Común de Asilo (SECA) sólo a partir de 1999. La cifra migratoria se oficializó en 2015 cuando Alemania eliminó las restricciones al derecho de asilo, provocando el ingreso de refugiados a toda Europa, con excepción de Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia, que la rechazan. Ahora bandera política de los ultraderechistas nacionalistas que ganaron amplios espacios en el Parlamento de la Unión Europea. Asunto similar estamos viviendo en México con la presión migratoria de Centroamérica y la orden ejecutiva de Joe Biden, que restringe el derecho de asilo y que provocará una masiva deportación de personas, decisión tomada para fortalecer su reelección como presidente de su país.
A nivel mundial, la gran mayoría de los refugiados por conflictos armados trascienden sus fronteras para salir de un país y buscar refugio por motivos de vida o muerte. Las motivaciones de estos desplazamientos suelen ser la huida del reclutamiento, o la violencia armada, la persecución por parte de las fuerzas gubernamentales o combatientes opuestos al gobierno o paramilitares.
La guerra Rusia-Ucrania, ha provocado que siete millones de refugiados ucranianos estén en diversos países de Europa y el conflicto de Gaza, además de los 35 mil muertos, tiene a 5.6 millones de palestinos en calidad de refugiados. Cifras impresionantes. ¿O no, estimado lector?