Rusia quiere demostrar que va dejando atrás la pandemia y que su renqueante economía ha vuelto casi a la normalidad. La élite política y económica rusa se reúne estos días en el Foro Económico de San Petersburgo (SPIEF), pese a que las cifras de coronavirus no bajan desde hace semanas de los 8.000 infectados detectados al día, de los 400 fallecidos, y de que el ritmo de vacunación se ha estancado. El evento, conocido como el Davos ruso, ha perdido el lustre de otros tiempos, ahora que Rusia vive el peor momento en sus relaciones con Occidente por su apetito territorial y su deriva autoritaria.
Bajo el lema “Juntos de nuevo”, el congreso, uno de los más multitudinarios de la era covid, ha limitado a 5.000 los visitantes diarios que pueden acceder al recinto, según los organizadores. Y todos requieren una prueba PCR negativa de coronavirus para visitar las coloridas salas de exposiciones, con un ala entera dedicada a Qatar —invitado especial este año—, las instalaciones de Mercedes, de Philip Morris, del banco VTB y hasta de la Fiscalía general de Rusia. Los pasillos están dotados de cámaras térmicas, que controlan si algún participante tiene fiebre, y también las zonas donde habitualmente se agolpa un rosario de personas para jugar al hockey sobre hielo de mesa contra un brazo electrónico, o para ver a un perro-robot, que da volteretas y hace carantoñas mecánicas al público.
Es un retazo de la realidad cotidiana de Rusia, donde se ha relajado el cumplimiento de las normas sanitarias: la requerida distancia social es escasa, las mascarillas son obligatorias en el foro pero pocos las llevan, y la mayoría de quienes las usan no lleva cubierta la nariz. Pero sobre todo, opina el ejecutivo turco Anit Mublu, visitante por tercera vez, el foro es un “signo de esperanza de que la pandemia se está superando”. El año pasado el congreso se canceló por la crisis sanitaria y este año el hambre por participar era inmensa, opina Lidia Mijeeva, secretaria de la Cámara Pública de Rusia, que apunta que el foro se ha convertido en una cita imperdible y única para “debatir cuestiones sociales significativas”.
“Nadie en el mundo ha realizado eventos cara a cara de esta magnitud desde del estallido de la pandemia”, ha presumido el gobernador de San Petersburgo, Alexander Beglov. No obstante, el evento también ha recibido críticas: la segunda ciudad más grande de Rusia, que acogerá varios partidos de la Eurocopa de fútbol en las próximas semanas y es uno de los puntos favoritos del turismo interior, detecta un millar de casos de covid-19 diarios.