En memoria de Ruth Bader Ginsburg (1933-2020)
Hay casos extremos y hasta truculentos de ataque a la justicia, casi a diario: asesinato o acoso a jueces, destituciones transparentemente arbitrarias, pensando en un par de ejemplos. Pero también procesos de selección y designación no siempre transparentes y en los que “la mano que mece la cuna” es el poder político, el fáctico y hasta el mediático.
En otros tiempos el tema de la justicia hubiera merecido atención básicamente por el mundo de la abogacía o, máximo, de la política. Hoy está poniendo en alerta a las sociedades de manera creciente: la justicia y su independencia como la clave de una sociedad democrática. ¿Quién son nombrados?, ¿cómo?, ¿por qué?
El quid está en que en esos espacios se juega buena parte del poder público y los derechos de la gente. Así, cuestiones que otrora eran percibidas como “abogadiles” -como la designación de los altos tribunales o el acatamiento de sus decisiones- son asuntos cada vez más evidentemente vinculadas al ejercicio del poder.
Lea otros textos del autor
El asunto puede ser visto, sintéticamente, en dos planos. Uno es el de la burda injerencia del poder atropellando la independencia de la justicia y cerrando el paso de cualquier ilusión de separación de poderes. Aparece incluso en la noticia diaria y lamentablemente no son pocos los casos. Por ejemplo, las apabullantes intromisiones gubernamentales en las Altas Cortes (Polonia, El Salvador, Bielorrusia o Venezuela) hasta una dinámica letal que acaba con la vida o libertad de decenas de jueces o juezas en nombre de la “guerra contra la droga” (Filipinas), la “guerra contra el terrorismo” (Turquía) o cualquier otro pretexto.
Entre la injerencia política y la mano asesina hay, por cierto, un amplio abanico de zonas grises. En el que resaltan los procesos de designación de altas cortes, a veces resultado de oscuras y poco transparentes negociaciones por debajo de la mesa y contaminadas del “cuoteo” político. Porque el poder político no siempre ha entendido que las altas cortes deben ser independientes y que para que así sea la escogencia debe basarse exclusivamente -sí, exclusivamente- en criterios de excelencia y de garantía a esa independencia.
Más información
Pero la historia y ciertos ejemplos paradigmáticos han puesto ante nuestros ojos, a la vez, procesos y conductas ejemplares de afirmación de derechos que reposan en la independencia de la justicia. Sin la cual no hay equilibrio de poderes ni garantías de derechos para la sociedad. Ejemplos hay muchos; en varios países y en distintos escalones de la administración judicial. Sin embargo, ciertos momentos y personajes a lo largo de la historia han puesto esto de manera especialmente relevante.
Lo fue, por ejemplo, a mediados del siglo pasado, por ejemplo, lucha por los derechos civiles en EE UU. Una sucesión de decisiones de la Corte Suprema, a partir de Brown v. Board (1954) proscribiendo la discriminación racial en las escuelas públicas, afirmaron gradualmente la igualdad y respeto de los derechos sin esperar a que cambiaran primeros las leyes o una encuesta Gallup demandándolo.