La gestora de fondos de Banco Santander tiene en marcha un proyecto para segregar el negocio de activos ilíquidos, una de las áreas que más ha crecido en los últimos años, y donde ya gestiona 1.900 millones de euros. El grupo quiere poner en valor esta división y tratar de comercializar estos fondos de capital riesgo entre inversores institucionales externos.
Los llamados activos alternativos o activos ilíquidos son inversiones al margen de las clásicas acciones y bonos. Se canalizan a través de fondos de capital riesgo que invierten en compañías no cotizadas, en deuda privada, en infraestructuras… En estos fondos, los importes mínimos de inversión son altos y el dinero no se puede recuperar hasta que pasan al menos siete años. De ahí que se hable de activos ilíquidos. Estas características hace que sean productos destinados a clientes institucionales o muy sofisticados.
Santander Asset Management, la unidad de gestión de activos de grupo Santander, entró en el segmento de los activos alternativos hace menos de tres años, con el fichaje de Borja Díaz-Llano. El directivo, procedente de Barclays, lideró un equipo de 13 personas (en Europa y Latinoamérica) encargados de detectar las oportunidades de negocio en esta área.
En poco más de dos años, Santander ha atraído más de 1.000 millones de euros para invertir en capital riesgo y tiene compromisos firmes por otros 900 millones de euros para los próximos años. Uno de los fondos que lanzó es el Alternative Leasing, que invierte en contratos de arrendamiento financiero en forma de compra y posterior alquiler de maquinaria y equipamiento industrial para pymes españolas. También puso en el mercado otro fondo de que invierte en instrumentos de financiación de comercio internacional (trade finance, en la jerga). Y comercializó otro fondo dedicado a comprar hoteles.
Así es la inversión en activos no cotizados
- Iliquidez. Los fondos de capital riesgo invierten en empresas que no cotizan en Bolsa, en préstamos privados, en instrumentos de comercio internacional o en infraestructuras. El dinero que comprometen los inversores se va desembolsando paulatinamente, de acuerdo con un calendario establecido. Y se va devolviendo al cabo de siete años, cuando se van recuperando las inversiones realizadas.
- Importe. Hasta ahora, el importe mínimo para invertir en estos fondos solía ser de al menos 100.000 euros (en algunos casos se llegaba a los 500.000 euros). Ahora, con una nueva legislación que acaba de aprobar el Gobierno reduce el mínimo de inversión a tan solo 10.000 euros.
- Cualificación. La iliquidez de estas inversiones, combinada con la sofisticación de algunos productos, hacen que la comercialización de estos fondos esté muy restringida. Normalmente, tan solo pueden meter dinero en estos fondos inversores institucionales (aseguradoras, mutualidades, fondos de pensiones, bancas privadas…). Un inversor particular que quisiera invertir tendría que acreditar unos conocimientos mínimos.
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