El 5 de abril de este mismo año, Josh Thomas, el creador de Please Like Me, hizo público en redes su autismo. Lo sospechaba desde hacía un tiempo, dijo, pero no fue hasta que se puso a rodar Todo va a ir bien que decidió diagnosticarse. Todo va a ir bien (Movistar+) es su segunda serie como guionista, director y protagonista. Y también es una ficción revolucionaria por cómo trata el autismo. ¿Por qué? Porque es la primera que incluye a un personaje con autismo interpretado por una actriz con autismo. Ella es Kayla Cromer, y el personaje que interpreta, Matilda, es una adolescente que dice en todo momento lo que piensa —no hay ningún filtro social— y no entiende por qué los demás no.
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Thomas (Blackwater, Australia, 34 años), que dijo haberse sentido “aliviado” al recibir el diagnóstico, está convencido de que “la siguiente barrera a derribar en la ficción televisiva es la de la neurodiversidad”, y en el caso del trastorno del espectro autista (TEA), parece que no solo él se lo está tomando en serio. Cada vez son más las series que, sin tratar el tema, incorporan un personaje dentro del espectro. Por ejemplo The White Lotus, el último estreno de HBO. El hijo de los riquísimos Mossbacher, Quinn (Fred Hechinger) es algo más que un adicto a los videojuegos que no parece vivir en este planeta. Aunque no se menciona directamente el autismo, se habla de sus estereotipias.
Es decir, mientras Robia Rashid construye un pequeño milagro en Atípico (Netflix), un híbrido de drama y comedia profundo y disfrutable y en muchos sentidos didáctico sobre lo que significa convivir con una persona con autismo no severo, en Parenthood (en Amazon Prime Video) se da por hecho que educar es complicado por distintos motivos y que entre ellos puede encontrarse el hecho de que a tu hijo le diagnostiquen un síndrome de Asperger, como le ocurre al personaje que interpreta Peter Krause. “El espectro es muy amplio y variado, pero los personajes que hemos visto hasta ahora en televisión, no”, escribió Josh Thomas en su perfil de Instagram.
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¿Y es eso cierto? Lo era hasta hacía no demasiado. Es decir, mientras The Big Bang Theory explotaba la vis cómica de un personaje con síndrome de Asperger superdotado, Sheldon Cooper, y The Good Doctor o El puente hacían lo propio instrumentalizando algunas de las características de ese tipo de autismo leve a menudo relacionado con una inteligencia superior ––y una obsesión llevada al extremo––, la sencilla y directa Love on the Spectrum (Netflix) seguía a parejas con autismo en su día a día, y también en sus primeras citas, y les dejaba hablar de sus obsesiones ––su lugar seguro en el mundo–– sin juzgarlos. Fue, de hecho, viendo esa serie cuando Thomas decidió pedir un diagnóstico.
Thomas es hoy por hoy el primer máximo responsable de una serie diagnosticado con autismo de la historia, y su producción expone muy sutilmente los rasgos principales del trastorno. Rasgos que se observan muy claramente en, por ejemplo, Julia, el personaje con autismo que Barrio Sésamo incorporó en 2017 a su plantel. En uno de los episodios, Julia tiene que cortarse el pelo. Pero tiene miedo. No sabe lo que es exactamente. Así que Coco y sus amigos improvisan una peluquería y fingen cortarle el pelo, explicándole detalladamente todo lo que harán. En otro, son los propios personajes los que aprenden a jugar a la pelota a la manera en que lo hace Julia, que nada tiene de convencional.
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Julia es única. Como lo es también Pablo, el primer protagonista con TEA de una serie de dibujos para preescolar, que estrenó la semana pasada Clan. A buen seguro hay en ella escenas parecidas a las que se dan en Todo va a ir bien. Como ese momento en el que Nicholas, el personaje que interpreta Thomas, necesita un abrazo porque acaba de morir su padre, y su hermana Matilda no quiere dárselo porque no le gustan los abrazos. “¿Y qué haces cuando quieres abrazar a alguien?”, le pregunta Thomas. “Bailo”, dice ella. Así que bailan. Qué lejos queda, afortunadamente, Dustin Hoffmann en, para muchos, el único retrato del autismo no severo que existía, Rain Man, sabiendo exactamente la cantidad de palillos que caen al suelo en el momento justo de hacerlo.