La detención de Ismael “El Mayo” Zambada, uno de los líderes más notorios del Cártel de Sinaloa, ha vuelto a encender el debate sobre la participación de Estados Unidos en las estrategias de seguridad en México. Claudia Sheinbaum, exjefa de Gobierno de la Ciudad de México, ha subrayado que la captura de este influyente narcotraficante no puede ser utilizada por el gobierno estadounidense como un pretexto para intervenir en los asuntos internos de México.
En su opinión, el arresto debe considerarse una victoria dentro del contexto de la lucha contra el narcotráfico, pero también destaca la importancia de que cualquier acción relacionada con la seguridad debe ser guiada y coordinada bajo el mando del estado mexicano. Sheinbaum hace hincapié en la necesidad de fomentar una agenda de colaboración en la que ambos países trabajen de manera conjunta, pero subrayando la soberanía y la autonomía de México en la toma de decisiones.
El contexto de esta reflexión invita a un análisis más profundo sobre la relación entre ambos países en el combate al crimen organizado. La corrupción, la violencia y las complicadas dinámicas sociales y económicas que han alimentado el narcotráfico son elementos que no se pueden dejar de lado. Sheinbaum también menciona la relevancia de construir un entorno que priorice la paz y la justicia, más allá de las capturas simbólicas de figuras criminales.
El conflicto por el control del tráfico de drogas en México ha estado marcado por la lucha entre diferentes cárteles, lo que ha generado una violencia alarmante que afecta a la población civil. Con una economía que depende en gran medida de programas sociales y atención a las comunidades vulnerables, los líderes locales abogan por estrategias que no solo contemplen la represión, sino también el desarrollo y el bienestar de la ciudadanía.
A medida que los dos países continúan negociando estrategias de seguridad, la perspectiva de Sheinbaum sugiere un camino hacia la reconstrucción de la confianza mutua. Esto implica un enfoque en el manejo de la seguridad que no solo se limite a la detención de criminales, sino que también atienda las causas subyacentes del narcotráfico, desde la pobreza y la falta de oportunidades hasta los problemas de salud mental y adicción.
En un entorno global cada vez más interconectado, es fundamental que estas conversaciones se mantengan en un marco de respeto a las leyes y a la soberanía nacional de México. El futuro de la colaboración en materia de seguridad dependerá de la capacidad de ambos países para encontrar soluciones que sean realmente efectivas y sostenibles, adecuadas a la realidad compleja que enfrentan juntos.
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