Por Carlos Aguilera Rue
Todos los conocen, pero por temor nadie los denuncia. Son sujetos detestables. Nada ni nadie los detienen. Cobran “protección o derecho de piso al comercio formal, informal, bases de taxis y demás transporte público, así como a todos quienes prestan algún servicio en México. Nadie se les escapa. En cada municipio, ciudad, colonia o poblado tienen rehenes a quienes amagan, amenazan y en su caso matan, con total impunidad”. Solo en 2021 se registraron nueve mil 407 victimas de delitos de extorsión, lo que significa un incremento del 12 por ciento, respecto al año anterior, según el informe anual del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Las personas, los empresarios, los comerciantes, tienen miedo de hacer las denuncias porque al final del día no se les da seguimiento, o porque existe algún tipo de conexión, los criminales salen unos días después y puede haber represalias para ellos y sus familias, no hay certeza de justicia ni de seguridad.
Destruyen familias. Atentan en contra de los más profundo del ser: la vida. Asesinan a niños, jóvenes, mujeres y hombres por igual, sin importar edad. Llegan a sus negocios y les prometen protección por cantidades de dinero y en plazos inamovibles. Si no cumplen, regresan y los atacan.
No les importan las cámaras de seguridad o la seguridad de los establecimientos, las burlan. Se burlan.
Los extorsionadores lucran con la vida. Desde hace mas de una década, el fenómeno del cobro de piso en las principales ciudades del país, pueblos, colonias y poblados, ha crecido sin medida. Ninguna autoridad ha logrado detener a las organizaciones dedicadas a este tipo delictivo, que ha provocado que empresarios y pequeños comercios cierren o huyan de país por temor a perder su patrimonio, su vida y la de sus familiares. Otros mueren en el intento por defender su patrimonio. Familias enteras destruidas por este cobro de protección viven con miedo y zozobra.
El gobierno solo se mantiene a la expectativa, ni siquiera mete las manos por las personas que diariamente tiene que enfrentar esta problemática. No hay instrumentos, ni manuales, ni operativos efectivos que permitan extirpar este tumor cancerígeno; Peor aún, la autoridad no cuenta con un diagnóstico serio que permita identificar a las células existentes, lo que hace presumir su posible contubernio con algunas las bandas dedicada a la extorsión en nuestro país.
En los sótanos de la ciudad, en total clandestinidad, se enganchan a jóvenes, se les adiestra y entrena en el manejo de armas y de instrumentos de coacción para después reclutar y lanzar a las calles.
Intimidan y amagan a sus víctimas; Azuzan y reducen a nada a sus presas argumentando protección. Vigilan sus movimientos; Conocen a sus clientes y saben hasta cuanto llegan a ganar en un día.
Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en 2021, el país registro una cifra récord de nueve mil 407 victimas de extorsión, lo que representa un incremento del 12. 3 por ciento, respecto al año anterior que se situó en ocho mil 380 afectados, destaca su informe anual, donde asegura que Veracruz, Quintana Roo, estado de México, ciudad de México y Jalisco aparecen como los principales estados de la República donde se comete el mayor número de extorsiones.
El miedo y tedio invade negocios y hogares de cientos de mexicanos victimas del hostigamiento y persecución de estas organizaciones delictivas que atacan y provocan pánico ante las constates amenazas de muerte a cambio de sumas de dinero, por lo que hay quienes han accedido a sus exigencias entregando entre 20 y 50 mil pesos mensuales para que “los dejen seguir trabajando” y no cierren sus negocios, lo que ha provocado mayores pérdidas económicas a prestadores de servicio en el país.
Este fenómeno ha rebasado todos los límites. Los prestadores de servicio en México, dueños de restaurantes, hoteles, estacionamientos públicos, etcétera, se han convertido en empleados de las bandas que se adueñan de todo, generando terror, entre este importante sector productivo que busca diariamente sobrevivir, ante también la crisis económica y la inflación.
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