En el pequeño Montero, ciudad de Bolivia, precisamente en Santa Cruz creció la autora Giovanna Rivero, donde gracias a su abuelo, comenzó su formación y pasión por la lectura. Ambos iban a un puesto de recistas en la plaza principal, donde el dueño, que ya los conocía muy bien, les venía las revistas y novelas de vaqueros y cuentos de hadas, leyendo en poco menos de 5 minutos sus cuentos de hadas, Giovanna terminaba leyendo las novelas del viejo oeste igual que su abuelo, títulos como los de Or-Grund, el bárbaro, o fábulas como la de Pulgarcito, estaban en su repertorio e hicieron que fomentara su escritura.
La autora boliviana (50 años) dice que su escritura quiere, como toda expulsión del paraíso, volver a ese lugar de la infancia. Admite que de niña no separaba a esos personajes de distintos mundos, ya que los metía en la metabolización de la imaginación. “No me parece una gran transgresión reescribir El flautista de Hamelin mezclándolo con la historia siniestra de Mark (Columba, 1977), el cazador de mutantes. Me es natural pensar en este esquema de la transformación que hay en el cuento de hadas. Esa transformación me parece riquísima, para poder recuperarla en una escritura del siglo XXI, por eso lo hago, porque es mi primer nutriente”, dice Rivero.
Desde que Tierra fresca de su tumba se publicara en 2020 a través de la editorial boliviana El Cuervo, la obra ha traspasado fronteras con ediciones en Chile (Los libros de la mujer rota), Argentina (Marciana), España (Candaya), además de ser traducida al portugués (Incompleta/Jandaíra) e italiano (Gran via). Fue seleccionada por publicaciones como El Clarín (Argentina), Folha de Sao Paulo (Brasil) y El Universo (Ecuador) como uno de los mejores libros de 2021. Ahora, el más reciente libro de cuentos de Rivero tiene lista una edición en inglés (Charco Press) que, según el portal de venta de libros de Estados Unidos Barnes & Nobles, se publicará en junio de 2023. Asimismo, los derechos de la obra fueron adquiridos por RT Features, productora a cargo de películas como Ad Astra o Call me by your name.
En los cuentos de Tierra fresca de su tumba aparecen pescadores que atraviesan los mares de la muerte, niñas abandonadas en las estepas que encuentran en el góspel un puente hacia la belleza o una comunidad menonita en Bolivia que busca justicia tras un acto colectivo de violencia hacia las mujeres. Son parte de los personajes de seis relatos que combinan lo cotidiano, lo gótico, la distopía y el realismo más extremo, que intentan tocar, con las manos extendidas de la infancia, la dimensión sensual del más allá y se asoman peligrosamente a un abismo interior que acabara por devorarlos.
Los cuentos fueron escritos, entre 2015 y 2020, en medio de procesos de mudanza interna y externa entre Gainsville, Ithaca y Lake Mary, en EE UU, provenientes de estímulos en las noticias como las violaciones masivas en Manitoba o el caso del pescador salvadoreño que sobrevivió en el mar por más de 400 días, pero también de pérdidas sentidas para la escritora, como el fallecimiento de su amiga y colega Emma Villazón, así como la de su hermano. En Tierra fresca de su tumba hay una sensación de muerte muy fuerte, “muy plutónica”, que se convierte en un ejercicio de canalización para tratar de responder narrativamente a la pregunta: ¿Cómo nos enfrentamos a las pérdidas y a los sucesos más extraños que nos rodean?.
“Para mí era como que no podía construir un bienestar afectivo, que todo estaba muy movido y bajo esa luz tan llena de penumbras que generaba un sentimiento de inestabilidad total, de vulnerabilidad, escribí esos cuentos, de algún modo los personajes son para mí como exorcismos de mis experiencias”, explica la también doctora en literatura hispanoamericana.
La autora de otras obras de cuento como Para comerte mejor (Aristas Martínez, 2020) o novelas como 98 segundos sin sombra (Suburbano ediciones, 2021), a lo largo de su bibliografía ha registrado la violencia social en América Latina a través de lo fantástico, lo corporal, lo erótico y lo poético. El cuerpo es uno de los tópicos que le interesa narrar, jugar y deformar y Tierra fresca de su tumba no es la excepción. “Cuando un texto te llega hay algo en el cuerpo que te responde, un erizarse de la piel, un tragar saliva o un estremecimiento, se lee con el cuerpo y por supuesto se escribe con el cuerpo”, agrega.
Pero no solo se queda con eso, ya que para ella la muerte de gente amada se convirtió en una fotografía que la acompañaba y la sigue acompañando. La idea de un cuerpo que se supone muerto, pero que sigue atravesando procesos vitales. “Este libro no puede ser pensado por fuera del cuerpo, está el cuerpo vivo atormentando, pero también está el cuerpo muerto hablándote, entonces creo que ese es un eje centralísimo en este trabajo. Fue una alucinación que estuvo tan presente en la corrección de los cuentos, durante la escritura de algunos de ellos. Encontraba como una vibración llevadera cuando estaba escribiendo, la escritura ha sido siempre una salvación”, afirma Rivero.
La obra de Rivero a lo largo de su carrea, que conjuga el horror, el abismo, la tragedia y la distopía con la poesía, la han colocado junto a escritoras como Mariana Enríquez o Mónica Ojeda como una de las voces más imaginativas de lo que ha sido denominado como “nuevo realismo gótico latinoamericano”, sin embargo cuestiona las etiquetas o categorías que puedan cerrar las compuertas para lecturas más abiertas. “ Me gusta saber que mi literatura está en diálogo con la propuesta de Mariana, de Mónica, de Liliana Colanzi, de Solange Rodríguez. Lo que me preocupa es que estas categorías no sean problematizadas. El arte de la literatura tiene como uno de sus grandes emblemas la libertad radical. Siempre creo que la literatura tiene que ser capaz de anarquizar a sus personajes, de proponer mundos anárquicos y que estos creen contenidos en una categoría es como un despropósito”, finaliza.
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