En un reciente informe conjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM), se advierte sobre los cambios drásticos que las temperaturas récord están generando en los entornos laborales. La falta de protección adecuada contra el estrés térmico no solo compromete la salud de los trabajadores, sino que también afecta su productividad.
Las organizaciones instan a empleadores y legisladores a tomar en serio la cuestión del estrés térmico si desean garantizar la seguridad de los trabajadores y la prosperidad de los negocios. Esto implica adoptar medidas adaptativas en un mundo cada vez más cálido, prestando atención especial a los grupos que son más vulnerables a estas condiciones extremas.
Joaquim Pintado Nunes, jefe del área de seguridad y salud ocupacional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), subrayó que sin acciones audaces y coordinadas, el estrés térmico podría convertirse en uno de los peligros ocupacionales más severos de nuestro tiempo. Según estimaciones de la OIT, más de 2.4 mil millones de personas, es decir, el 71 por ciento de la población trabajadora, experimentan estrés por calor en sus lugares de trabajo. Cada año, se registran aproximadamente 22.85 millones de lesiones laborales y 18,970 muertes relacionadas con el exceso de calor.
Los datos también revelan que la productividad laboral disminuye entre un 2 y un 3 por ciento por cada grado de aumento sobre los 20 grados Celsius en la temperatura de bulbo húmedo, un indicador que tiene en cuenta la humedad y otros factores ambientales. De hecho, el año pasado fue el más cálido registrado hasta la fecha, con tendencias que sugieren que esta situación podría no cambiar a corto plazo, a medida que continúan en aumento las emisiones contaminantes.
La regulación de la temperatura corporal en un individuo sano puede variar entre 36.5°C y 37.5°C (97.7°F a 99.5°F) en condiciones de reposo, pero esta capacidad se ve comprometida en ambientes más cálidos, especialmente durante actividades físicas o cuando se utilizan prendas que dificultan la evaporación del sudor. Según el reporte de la OMS y OMM, la temperatura corporal no debería superar los 38°C (100.4°F) durante períodos prolongados de trabajo.
Los efectos del estrés térmico pueden comenzar de manera leve, manifestándose en rash, calambres o fatiga. Sin embargo, una exposición prolongada puede agravar la situación y llevar a condiciones severas como un golpe de calor o disfunción neurológica que dificulte la capacidad de buscar ayuda.
El estrés térmico, de hecho, es el principal causante de muertes relacionadas con el clima a nivel mundial. Los individuos con ciertas condiciones crónicas, los niños y los ancianos son los más susceptibles, al igual que los primeros respondedores y aquellos que laboran en exteriores o en entornos con fuentes de calor, como hornos o estufas.
Las organizaciones WMO y OMS enfatizan la necesidad de aumentar la educación y conciencia sobre el estrés térmico en el trabajo. Se sugieren medidas preventivas tales como la mejora de los sistemas de alerta para las olas de calor, similares a las alertas por desastres ambientales. Adicionalmente, los empleadores deberían planificar pausas más largas y frecuentes y reconsiderar el diseño de uniformes y espacios de trabajo para mantener a los trabajadores frescos.
Desde el ámbito legislativo, se alienta la introducción de políticas que normalicen estas soluciones. En Estados Unidos, la administración de Biden propuso nuevas protecciones para los trabajadores con el objetivo de prevenir enfermedades y muertes relacionadas con el calor en el trabajo. Sin embargo, el futuro de estas propuestas es incierto en el contexto de una agenda que favorece la desregulación.
La acción más importante que pueden emprender empresas y responsables políticos es reducir las emisiones de combustibles fósiles que provocan el calentamiento global. Sin este esfuerzo contundente, las soluciones serán simplemente reacciones frente a un clima que sigue cambiando, mientras las temperaturas continúan elevándose.
Como señala Joaquim Pintado Nunes, “el cambio climático está reconfigurando el mundo laboral”, una realidad que demanda nuestra atención inmediata y acciones efectivas.
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