Desde el 31 de marzo de 2025, México ha implementado una notable iniciativa al prohibir la venta total de alimentos altos en grasas, azúcares y sodio en instituciones educativas tanto públicas como privadas, desde el nivel básico hasta universidades. Esta medida responde a la creciente preocupación por los alarmantes índices de obesidad infantil y tiene como objetivo crear entornos escolares más saludables.
Los cambios en las cooperativas escolares y en el tipo de alimentos disponibles han comenzado a vislumbrarse desde 2010, cuando un acuerdo nacional ya instaba a modificar las opciones alimenticias. Desde entonces, padres y maestros trabajaron en conjunto para ofrecer alternativas más saludables, como esquites, aguas de frutas y productos caseros, reemplazando gradualmente los productos empaquetados.
Aunque la transición hacia una alimentación más saludable ha sido progresiva, en muchas escuelas persistían prácticas que no cumplían con los nuevos estándares. Por ejemplo, el uso de aderezos en sándwiches y otros productos que, aunque parecían saludables, contenían ingredientes poco recomendables.
Con la reforma de diciembre de 2021, las restricciones se endurecieron. Se prohibieron los alimentos industriales que exceden en sales y azúcares, lo que llevó a las grandes empresas a crear empaques de menor tamaño que esquivaban el etiquetado. Actualmente, las cooperativas escolares ofrecen un menú que incluye frutas y verduras, aguas frescas sin azúcares añadidos y preparaciones simples de maíz, reflejando un compromiso hacia una alimentación más sana.
El contraste entre las escuelas públicas y privadas ha sido notable. En las instituciones privadas, el cambio fue abrupto, eliminando de un día para otro la variedad de snacks y bebidas azucaradas que antes se ofrecían. En las universidades, la oferta ha cambiado notablemente, priorizando opciones como frutas y yogur natural.
Un componente esencial de este esfuerzo ha sido el etiquetado frontal de advertencia, que desde 2020 obliga a señalizar con claridad la información sobre componente críticos de los alimentos. Con sellos octagonales visibles, se advierte sobre el exceso de azúcares, grasas saturadas y otros ingredientes perjudiciales. Este etiquetado no solo facilita la toma de decisiones informadas por parte de los consumidores, sino que también promueve mejoras en la calidad de los productos ofrecidos por la industria alimentaria.
Aunque estas medidas representan un endurecimiento de la política alimentaria escolar, en las primarias públicas, este paso se ha sentido como una evolución natural tras más de diez años de esfuerzo enfocado en promover hábitos alimenticios saludables. Las autoridades educativas mantienen su compromiso de proteger la salud de los niños y niñas en el país, buscando reducir los alarmantes índices de sobrepeso y obesidad que afectan a uno de cada tres menores en México.
Así, tanto en el hogar como en la escuela, las nuevas normativas y el etiquetado frontal se constituyen como herramientas valiosas en la construcción de generaciones más sanas y responsables en torno a la alimentación.
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