La reciente intervención del Departamento del Tesoro estadounidense ha puesto en el centro de la conversación a tres instituciones financieras mexicanas, señalando a CIBanco como una de las principales preocupaciones por su implicación en el lavado de dinero vinculado al tráfico de opioides. Fundado hace más de tres décadas, CIBanco ha crecido en relevancia, especialmente en la última década, al hacerse un lugar en el selecto grupo de bancos que gestionan fideicomisos esenciales para las actividades en el mercado de valores de México.
La crisis que enfrenta CIBanco se agudizó con la inoperatividad de ciertos fondos de inversión y la decisión de destacados inversores, como TerraFina y Fibra Inn, de remover a la entidad como fiduciario. Esto, junto con la suspensión del procesamiento de pagos de sus tarjetas, provocó la intervención gerencial de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV).
Hasta antes de la desaparición de Interacciones, CIBanco ya se había establecido como la elección preferida para gobiernos estatales que buscaban bursatilizar su deuda, utilizando participaciones federales como garantía. En un giro drástico, la información de prensa especializada ha revelado que un “operativo de emergencia” se activó para transferir masivamente los fideicomisos a Nacional Financiera (Nafin) y otros bancos. Este procedimiento, aparentemente ordenado desde los altos mandos del gobierno, busca asegurar la integridad jurídica y financiera de los instrumentos tras la intervención decretada por la CNBV.
Un primer análisis de los activos bajo custodia de CIBanco ha revelado un espectro impresionante de ¡tres billones de pesos en activos de terceros! Esta cifra incluye una variedad considerable de instrumentos financieros como Cebures, Fibras, quirografarios, CKD, patrimoniales y otros fideicomisos públicos. Entre ellos, destacan los CKD y los CERPI’s, instrumentos que han sido colocados en mercados internacionales por las Administradoras de Fondos para el Retiro (Afores).
La historia de estas operaciones tiene raíces que se remontan a 2006, cuando Bank of New York adquirió la cartera fiduciaria de JP Morgan, que posteriormente pasó a formar parte de CIBanco. Aunque se ha especulado sobre si estas transferencias se consideran ventas o traspasos, resulta fundamental que el personal del área fiduciaria de CIBanco esté incluido en el proceso. Además, hay preocupaciones sobre la capacidad de Nafin como administrador en esta transición.
A medida que el panorama financiero evoluciona, es relevante observar los efectos colaterales de estas acciones. En un contexto más amplio, el ranking reciente publicado por The Banker sobre los 1,000 bancos más importantes del mundo ha puesto en relieve la posición de Banco Azteca. Esta institución ha destacado por su rentabilidad y liquidez, reafirmando su enfoque en la inclusión financiera y la generación continua de valor para millones de mexicanos.
Este análisis refleja cómo las dinámicas del sector bancario mexicano continúan formando parte de un complejo entramado de desafíos y oportunidades, donde la supervisión rigurosa y la transparencia serán clave para el futuro sostenible de estas instituciones.
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