Por Alberto Ramírez Rivera
No voy a enumerar los daños graves que causa y causará la construcción del llamado Tren Maya en kilómetros y kilómetros de áreas naturales, no sólo en donde será construido, sino en todo México, pues hacerlo me llevaría cientos de cuartillas.
Es más interesante e indignante saber que hasta el momento las respuestas del gobierno y Congreso al respecto han sido de carácter político, como siempre sucede en todo, pero nunca basadas en las ciencias naturales.
Los poderes ejecutivo y legislativo se dedican a negar los impactos que esa obra provoca y provocará al medio ambiente, sencillamente porque no están dispuestos a echar abajo los negocios pactados con empresarios, los cuales representan ganancias económicas comprometidas y cobradas de ante mano.
Al obedecer la consigna y línea impuesta por el ejecutivo, diputados y senadores por Morena se dedican a acusar a científicos, estudiosos y expertos sobre el tema de falta de honestidad y falsa confianza en sí mismos, así como de haber perdido el contacto con la realidad.
Los legisladores que se dicen de oposición, pues simplemente se muestran “tibios” o les es indiferente el asunto, y los denominados defensores del medio ambiente se limitan a emitir una opinión y ya.
Tampoco hay una reacción del pueblo de México para evitar con hechos que se construya el Tren Maya. Ello, porque las fuerzas represoras no se tentarán el corazón para actuar en contra de quienes se opongan.
Esta reacción de autoridades y congresistas, como sucede en otras naciones, se conoce como “negacionismo de la ciencia” y representa una actitud ya consolidada en el sistema político mexicano.
El término “negacionismo de la ciencia” fue acuñado por Robert P. Crease. En uno de sus libros, Los Científicos y el Mundo, sostiene que, en Estados Unidos, al igual que en México y otros países, gobiernos y legisladores coinciden en que “el calentamiento global es una estafa perpetrada por científicos con intenciones ocultas”.
Cabe advertir que las consecuencias del analfabetismo en todas las áreas del saber, sobre todo la científica, son más peligrosas en la actualidad que en otras épocas.
Sin embargo, a los gobiernos no les interesa el rubro científico, por lo que en este contexto nuestro país seguirá a la deriva, sin rumbo y objetivo en todos los aspectos, pues esta área del saber abarca todo.
Nadie debe ignorar los desastres provocados por el hombre que ya se suceden por el calentamiento global, la reducción del ozono, la contaminación del aire, los residuos tóxicos y radiactivos, la lluvia ácida, la erosión del suelo, la deforestación tropical y el crecimiento exponencial de la población.
Tampoco ser ajeno de que la extracción de petróleo, la tala de árboles y la contaminación ambiental (en mares, bosques, selvas, desiertos, lagos, ríos) son los principales factores que afectan a la naturaleza.
Tanto es la ignorancia de la ciencia en México, que es una pena saber que somos incapaces enfrentar, en forma positiva -con base en la ciencia- fenómenos como la pandemia por Covid, las adicciones, la inseguridad en aeropuertos y líneas aéreas, los trasplantes de tejido fetal, los costes de la sanidad y los aditivos de alimentos. Y sigue una lista enorme
En fin, en México estamos en pañales en materia científica. Lo que prevalece es lo político y económico en las decisiones de gobiernos y Congresos.
Ojalá no paguemos caro el estar inmersos en la ignorancia, frivolidad y estupidez de un gobierno que sólo está interesado en asuntos que le reditúan ganancias económicas para él y su grupo.
Gracias por leer Columna Digital, puedes seguirnos en Facebook y Twitter, o visitar nuestra pagina oficial.