Hay tres jóvenes músicos colombianos imbuidos en las tradiciones sonoras más ancestrales del Caribe que se han propuesto conquistar el mundo, o al menos una razonable parte de él. Y su punto de apoyo, nada más despidamos el verano, pasa justo por el centro de Madrid. Se hacen llamar Ghetto Kumbé y ejercen ya como una de las grandes sensaciones locales, aunque los ecos de sus percusiones apenas han resonado aún en tierras europeas. Pero solo por ahora. Observatorio Transoceánico, una plataforma pública y privada de intercambio entre Colombia y España, ha escogido a este nuevo gran referente de la africanidad caribeña como la banda más propicia para su desembarco en las salas de la capital.
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Ellos tres se llaman Edgardo Garcés, Juan Carlos Puello y Andrés Eduardo Mercado, sus edades oscilan entre los 29 y los 40 años y en su nombre artístico han querido condensar la esencia de una filosofía que es no solo credo, sino forma de vida.
El guetto alude al pueblo, a esa gente humilde y pegada al terreno que sustancia y da significado a la comunidad. Y el término kumbé, con sus resonancias ancestrales y casi mágicas, como de ritual colectivo, se refiere al espacio de libertad que alcanzaban los negros cuando lograban zafarse de las cadenas de la esclavitud. “Kumbé implica siempre reunión y celebración”, destaca el productor y cantante Edgardo Garcés, al que todos se refieren con el apelativo de Guajiro. “La música nos hace felices, a pesar de la pandemia y de la inestabilidad del futuro. Y nosotros nos postulamos como embajadores de la fiesta en el barrio, entre la gente de la comunidad”.
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Garcés, el más jovencito de la formación, proviene de Riohacha, la capital de la Guajira caribeña, pero como el resto de sus compañeros se ha acabado formando e instalando en Bogotá. Allí, al calor de esa metrópolis efervescente, mestiza y razonablemente caótica, se forjó el talante de una banda que bebe de enseñanzas rítmicas nacidas hace muchas centurias en el África occidental, pero que mira hacia el futuro a partir de múltiples ingredientes electrónicos y de la sal y pimienta que aportan las nuevas tendencias urbanas. De ahí, de esa antaño irreconciliable colisión entre los parámetros tradicionales y los latidos de la cultura digital, nace una fórmula que moderniza los sonidos del Caribe y ahora anhela cruzar de un solo salto el Atlántico.
Pero la internacionalización es consecuencia, no mero objetivo. “Teníamos curiosidad, ganas de experimentar y de llegar a algún lugar”, resume Garcés, “pero no ánimo de pensar en edades o proyecciones. Todo eso del público milenial es una terminología muy extraña para mí: no estoy pendiente de esas cosas. La idea era hacer música de manera bonita y sincera, introducir la electrónica y la cultura del club para llegar a lugares hasta los que el folclore, por sí solo, nunca había llegado”.
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En 2019, antes de que el mundo se convirtiera en un lugar inhóspito, Edgargo, Juan Carlos y Andrés Eduardo asomaron por vez primera por Madrid. Sucedió en la sala Caracol, a un paso de Lavapiés, el hábitat más propicio para unos músicos curtidos en la multiculturalidad. Y aunque aquella fue una visita fugaz, los Kumbé aprovecharon para ejercitarse en lo que más les motiva: rastrear músicas de raíz a pie de acera. “Nos fascinó el edificio de la Tabacalera y la manera en que la comunidad dominicana en Madrid evoluciona a partir de las enseñanzas originales del dembow”, certifica Andrés Eduardo Mercado, alias Doctor Keyta, nacido en la ciudad portuaria de Santa Marta hace 40 años.
Tanto él como sus compañeros se muestran particularmente receptivos hacia los trabajos de La Mala Rodríguez, Concha Buika (“¡es tremenda!”), Rosalía o C Tangana, y a todo cuanto suponga impregnar nuevos ritmos de flamenco o herencia árabe. Pero se deshacen en elogios, de manera particular, en el caso del canario El Guincho. “Es un productor enorme. Lo tenemos muy presente porque se las apaña paa resultar en todo momento muy novedoso”.
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Mercado, especialista en dundún (los grandes tambores cilíndricos africanos), comparte las responsabilidades de las percusiones con Juan Carlos Puello, de sobrenombre Chongo, cartagenero de 36 años a cargo de djembés, tambores alegres y las segundas voces del trío. Chongo es quien, con timbre grave y profundo, más hincapié hace en la herencia de los antepasados y la importancia de “preservar los aportes viejos de los ancestros”, también los de otras costas colombianas. “Nos negamos a sentir rivalidad con las bandas de la Colombia del Pacífico”, anota con énfasis, frente a las tradicionales suspicacias entre ambas franjas costeras. “Los dos océanos necesitan seguir comunicándose, porque sus lenguajes nacen en ambos casos de la propia tierra, del encanto popular”.
Andrés Mercado le secunda: “Hay similitudes en las métricas ternarias y en las culturas afro adquiridas a partir de los mandinga del occidente africano, los balanta [Guinea Bissau] o los arará [Benin]. Músicos como Juan Carlos Arrechea, Herencia de Timbiquí o la profesora Nidia Góngora nunca serán rivales, sino hermanos con los que juntarnos”.
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¿Algún ingrediente proscrito, en consecuencia, para esta gran marmita de ingredientes musicales de distintas épocas y latitudes? Edgardo Garcés retoma la portavocía para exclamar, a lo largo de la conversación en línea: “¡El reguetón!”. Dice no querer criticarlo y admite “algunos beats muy bien hechos”, pero argumenta, implacable: “No me veo ahí, ni mucho menos aún escribiendo ese tipo de letras. En ningún momento sentiría envidia de personajes así. Han sido hábiles montando una industria poderosa en Medellín, son compañeros que piensan mucho en el negocio y han conseguido algo muy grande. Pero por ahí no pasamos, porque para Guetto Kumbé tiene mucha más importancia la raíz. Nuestro sueño no es comprar amplias mansiones ni conducir un Bugatti, sino hacer buena música. Nada más”.
La iniciativa de Observatorio Oceánico, auspiciada por la Embajada de España en Colombia y la Agencia de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), entre otras instituciones de ambos países, les permitirá a principios de octubre desembarcar en Madrid en las mejores condiciones. De ahí continuarán a la feria Womex de músicas étnicas y a Marsella. No son los únicos que se benefician de este programa de intercambio sonoro entre dos países muy musicales, gracias al cual Baiuca, Soleá Morente, Califato ¾, Le Parody y $kyhook van a desembarcar en escenarios colombianos mientras en otras ciudades españolas podrán descubrir a otros artistas emergentes de aquel país, desde Mabiland a Mitú, Lee Eye o ha$lopablito.
Ninguno, en ningún caso, tan negroide y tribal como los Kumbé. “Puede que el sonido electrónico cautive a un público más joven”, concluye Edgardo Garcés, el guajiro ya casi bogotano, “pero la clave está en el trance. Ese es el origen de la revolución musical que estamos viviendo ahora”.