El turbulento verano de 2020 retumba estos días en dos puntos concretos de Estados Unidos. Dos de los episodios sangrientos que marcaron el estallido contra el racismo de aquellos días se someten a juicio al mismo tiempo y con lamentables parecidos entre sí. De nuevo, los tribunales se enfrentan a ciudadanos civiles que se toman la justicia por su mano. De nuevo, la lacra de las armas al alcance de cualquiera subyace sobre un baño de sangre. De nuevo, los vídeos de las tragedias han tumbado argumentos, encendido los ánimos. Y, de nuevo, la herida racial supura por todo el proceso. Seis meses después del juicio por la muerte del afroamericano George Floyd a manos del policía Dereck Chauvin, que fue condenado, Columna Digital vive otros dos litigios con las emociones a flor de piel y aguarda en vilo el veredicto.
En Georgia, un jurado formado por 11 personas blancas y una negra debe decidir sobre la muerte de un joven negro, Ahmaud Arbery, que el 23 de febrero de 2020 corría desarmado por una urbanización de una ciudad costera y fue perseguido por tres vecinos blancos que lo creían sospechoso de unos robos ocurridos en la zona. Ocurrió a plena luz del día. Uno de los primeros fiscales encargados del caso recomendó no presentar cargos contra los tres hombres, alegando que la ley del Estado permitía detenciones civiles (se derogó después). Cuando el vídeo que recogía la caza al hombre se hizo público en mayo, se produjeron los arrestos y el caso se convirtió en uno de los símbolos de las manifestaciones Black Lives Matter.
En Wisconsin, las partes presentan este lunes los argumentos finales por el juicio del joven Kyle Rittenhouse, hoy de 18 años, acusado de homicidio por la muerte el año pasado de dos manifestantes blancos en los disturbios que se desataron en Kenosha después de que un policía disparase al afroamericano Jacob Blake. Rittenhouse se ha convertido en símbolo y mártir para el ala dura de conservadurismo de Estados Unidos, que, junto a fuerzas de seguridad, ha recaudado fondos para su defensa y su fianza. “Kyle Rittenhouse fue a Kenosha a limpiar la suciedad dejada por los disturbios de votantes de Biden”, dijo la estrella de la FOX Tucker Carlson, una de las voces más influyentes de la derecha mediática. El escritor J. D. Vance, candidato al Senado por Ohio, dijo en Twitter: “Dejamos a nuestros chicos sin padres. Dejamos que los lobos prendan fuego a sus comunidades y cuando la naturaleza les dice que vayan y defiendan lo que nadie más está defendiendo, ponemos todo el peso del Estado y los monopolistas globales sobre ellos”.
Los recelos y la tensión han marcado ambos procedimientos. La selección del jurado del caso de Georgia, con solo una persona negra y 11 blancas, desató la polémica, al igual que el comentario esta semana del abogado defensor Kevin Gough, quejándose de la presencia de pastores negros en la sala: “No queremos más pastores negros aquí, u otro Jesse Jackson, que estuvo aquí la semana pasada, sentándose con la familia de la víctima tratando de influenciar al jurado”.
En Wisconsin, el juez que preside el tribunal recibió fuertes críticas por un comentario jocoso sobre la comida asiática al anunciar un receso, al hilo del posible retraso debido a los problemas en la cadena de suministro. No hay margen para el comentario ligero en estos dos casos, dos juicios en los que Estados Unidos examina muchos de sus traumas. En el de Rittenhouse, para empezar, este mismo juez no aceptó siquiera el uso de la palabra “víctimas” para referirse a los fallecidos, con el argumento de que no estaba claro si eran en realidad una amenaza a la que el joven acusado, que se derrumbó en el juicio, no tenía otra opción que responder.
Kyle Rittenhouse amaba a la policía. Se había enrolado como cadete en un programa para adolescentes que quieren ingresar en el cuerpo. Y también adoraba las armas. En una de las fotos de perfil de su cuenta de Facebook, aparecía empuñando su rifle semiautomático junto a otro chico, también armado, con el lema: “Deber. Honor. Coraje. Las vidas azules Importan”. El 25 de agosto de 2020, cuando la ciudad de Kenosha (Wisconsin) sufría la tercera noche de violentas protestas por la muerte de un afroamericano por tiros de la policía, el chico tomó su fusil y acudió a contener a los manifestantes.
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