El éxito de los partidos de extrema derecha en las últimas elecciones regionales de Turingia y Sajonia ha desestabilizado el panorama político alemán. A medida que estos partidos han crecido en popularidad y influencia, se ha vuelto cada vez más difícil para los partidos tradicionales de centroizquierda y centroderecha mantener su apoyo y poder.
En Turingia, el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) obtenido el 23,4% de los votos; mientras que en Sajonia, el partido obtuvo el 25% de los votos. Estos resultados son especialmente preocupantes porque tanto Turingia como Sajonia son estados que anteriormente han sido bastiones de partidos tradicionales de centroizquierda y centroderecha.
La creciente popularidad de los partidos de extrema derecha en Alemania se debe en gran parte a la crisis migratoria que ha afectado al país en los últimos años. Muchos ciudadanos se sienten descontentos con las políticas de inmigración del gobierno y están buscando una alternativa más dura y restrictiva. Los partidos de extrema derecha han capitalizado esta descontento y han hecho promesas de proteger la cultura y el patrimonio de Alemania.
El aumento de influencia de los partidos de extrema derecha no es solo un fenómeno alemán, sino que está ocurriendo en toda Europa. El éxito del partido ultraderechista francés Frente Nacional en las elecciones presidenciales de 2017 y la victoria del partido ultraderechista Lega en las elecciones parlamentarias italianas en el mismo año son ejemplos de esta tendencia.
La creciente popularidad de los partidos de extrema derecha es un reflejo de la polarización de la política y la desconfianza en los políticos tradicionales. Los partidos de extrema derecha han capitalizado esta desconfianza al presentarse como la opción verdaderamente antagónica del status quo político.
El auge de los partidos de extrema derecha plantea un desafío para la política europea en su conjunto. Los líderes políticos deben encontrar una manera de abordar las preocupaciones legítimas de los ciudadanos sobre cuestiones como la inmigración, la cultura y la identidad, sin jugar a las políticas de la división y el odio. Solo entonces podrá reconstruirse la confianza de los ciudadanos en la política y construirse una sociedad más armoniosa y unida.
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