En 1854, cuando un brote de cólera arrasaba uno de los barrios de la ciudad, el médico John Snow le pidió a las autoridades londinenses que cerraran el pozo del que bebía buena parte de la población. Snow había detallado una innegable relación entre los contagios y el consumo de agua —contaminada— de aquel surtidor. Para las autoridades, esa petición era peculiar, pues la conexión entre el cólera y el agua era completamente inesperada. El trabajo de Snow terminaría provocando un cambio de mentalidad a la hora de abordar las epidemias: el agente infeccioso estaba en el agua y había que controlar su calidad y salubridad. Tras la pandemia de covid, deberían tomarse medidas similares con la calidad del aire, según sostiene un grupo de científicos en la revista Science.
INFORMACIÓN
Ha costado muchas discusiones científicas, pero el 30 de abril la Organización Mundial de la Salud (OMS) admitía finalmente el papel que en los contagios desempeñan los aerosoles, partículas cargadas de virus que se mantienen en suspensión en el aire en interiores mal ventilados, y que pueden infectar a quien las respira. Días después, los Centros de Control de Enfermedades de Estados Unidos reconocían asimismo que los contagios de covid se dan por el aire al inhalar estas partículas que una persona enferma expulsa al platicar, toser o cantar.
“El aire puede contener virus al igual que el agua. El aire en los edificios es aire compartido, no es un bien privado, es un bien público”
Shelly Miller, Universidad de Colorado
Los científicos que firman este artículo ya alertaban de este peligro en marzo de 2020, con Lidia Morawska al frente y los españoles José Luis Jiménez y Xavier Querol entre los más destacados. Ahora que han convencido con datos científicos a las autoridades sanitarias, aprovechan para ir un poco más allá con la intención de advertir epidemias o enfermedades en el futuro. “En el siglo XXI, necesitamos establecer los cimientos para garantizar que el aire en nuestros edificios esté limpio con una cantidad de patógenos sustancialmente reducida, contribuyendo a la salud de los ocupantes del edificio, tal como esperamos para el agua que sale de nuestros grifos”, escriben en la revista Science.
El artículo, firmado por 39 especialistas, continúa diciendo que “el rápido crecimiento en nuestra comprensión de los mecanismos detrás de la transmisión de infecciones respiratorias debería impulsar un cambio de paradigma en la forma en que vemos y abordamos la transmisión de infecciones respiratorias para protegernos contra sufrimientos innecesarios y pérdidas económicas”. “Comienza con el reconocimiento de que prevenir las infecciones respiratorias, como reducir las enfermedades transmitidas por el agua o los alimentos, es un problema manejable”, añaden.
“Deberíamos tener aire libre de virus en interiores”
Lidia Morawska, Universidad Tecnológica de Queensland
Consultado por este artículo de Science y sus implicaciones, Miguel Hernán, epidemiólogo de la Universidad de Harvard, considera que una de las pocas cosas buenas que nos dejara el covid es un mejor conocimiento sobre la transmisión de enfermedades respiratorias de origen vírico. “Antes de 2020 muchos expertos se resistían a admitir la transmisión por el aire de la mayor parte de los patógenos”, explica Hernán, que no ha participado en el artículo. Y añade: “A medida que se acumulaba la evidencia de transmisión por aerosoles del covid, esta resistencia fue disminuyendo hasta derrumbarse completamente hace unas semanas con el reconocimiento público por parte de la OMS”. El ulterior paso debe ser preparar a nuestras sociedades para combatir virus respiratorios de todo tipo, coincide Hernán con los autores del artículo de Science. “Sí, creo que estamos a las puertas de un cambio de paradigma respecto a la forma en que la sociedad se enfrentará a enfermedades virales respiratorias en el futuro”, resume.
El artículo habla de mantener limpio el aire de los interiores que, como se ha visto en esta pandemia, se pueden convertir en un foco de contagios por los patógenos que permanecen en suspensión si no se ventila correctamente. Lejos de ser una discusión académica, esta idea implica evitar innumerables contagios al distinguir claramente el peligro de interiores con el de los exteriores. Si el peligro de infección estaba únicamente en las gotas contagiosas que salen disparadas y caen sobre objetos o a las mucosas de una persona (ojos, boca), la diferencia no sería tan exagerada; sin embargo, se calcula que solo un 0,1% de los contagios se produce en exteriores, como muestra un estudio realizado por Irlanda. La OMS no recomendó usar mascarillas en interiores, aunque pudiera mantenerse la distancia de un metro, hasta diciembre de 2020, aunque había muchas pruebas de contagios masivos por el aire a mucha más distancia si se trataba de un interior mal ventilado.
“Estamos a las puertas de un cambio de paradigma respecto a la forma en que la sociedad se enfrentará a enfermedades virales respiratorias en el futuro”
Miguel Hernán, Universidad de Harvard
Morawska, autora principal del artículo y directora del Laboratorio Internacional para la Calidad del Aire y la Salud de la Universidad Tecnológica de Queensland, asegura que es necesario alejarnos de la percepción de que no podemos permitirnos el costo del control. “Deberíamos tener aire libre de virus en interiores”, señala Morawska. Y añade: “Hemos proporcionado pruebas sólidas de que la transmisión por el aire propaga infecciones, por lo que debería haber estándares internacionales de ventilación que controlen los patógenos”.
“El aire puede contener virus al igual que el agua y las superficies”, afirma Shelly Miller, profesora de ingeniería mecánica y ambiental en la Universidad de Colorado. “El aire en los edificios es aire compartido, no es un bien privado, es un bien público. Y tenemos que empezar a tratarlo así“, dijo Miller, que también es coautora del artículo de Science, en una nota de su universidad.
Morawska asegura que nada de esto significa que cada espacio interior deba convertirse en una instalación de bioseguridad, ni con los estándares de higiene del aire que existe en los hospitales. Pero sí reclama que “un edificio debe diseñarse y operarse de acuerdo con su propósito y las actividades que se llevan a cabo allí, de modo que el riesgo de infecciones transmitidas por el aire se mantenga por debajo de un nivel aceptable”.
La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.