Exilios, desvío de aviones, detenciones, sanciones y ahora, la inmigración. Son los ingredientes de una guerra híbrida que libran desde hace meses Lituania, que forma parte de la UE, y Bielorrusia, de la órbita del Kremlin, y que ahora se ha intensificado con el envío de cientos de migrantes irregulares a la república báltica por parte de Minsk. “Las autoridades bielorrusas están permitiendo los cruces ilegales de frontera [a Lituania]”, confirma Frontex, la agencia europea de fronteras, en una nota interna.
Según Vilnius, más de 1.716 migrantes —de Oriente Próximo, pero cada vez más del África subsahariana— han entrado desde el pasado 1 de junio ilegalmente a través de Bielorrusia, en lo que los analistas creen es un “uso politico” de los migrantes como “arma de presión” para desestabilizar Occidente por parte del presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko. La cifra contrasta con el apenas centenar de migrantes que anualmente cruzaban desde Bielorrusia.
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“Lo sucedido en la frontera entre Lituania y Bielorrusia es algo sin precedentes”, comenta Ricardo Lenoir-Grand Pons, doctorando en Defensa y Seguridad. Con cierta inquietud, Lituania alerta en una carta a Bruselas del carácter “impredecible” de Lukashenko, y no ha tardado en reaccionar. La primera ministra, Ingrida Šimonyte, declaró el 2 de julio el estado de emergencia.
Esta semana, anunció la construcción de una valla de espino a lo largo de los 679 kilómetros de frontera que comparte con Bielorrusia; el levantamiento de un campamento con capacidad para 500 solicitantes de asilo; y la más que probable suspensión del espacio Schengen (de libre circulación de personas) con sus vecinos letones y polacos.
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Vilnius y Bruselas achacan el “inusual” aumento de llegadas de migrantes desde Bielorrusia a una “contramedida” de Lukashenko a las sanciones que le impuso la UE como respuesta, a su vez, al desvío —“secuestro”, dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen— del avión de Ryanair en el que viajaba Roman Protasevich, un periodista critico con Lukashenko y que vivía exiliado en Lituania, al igual que la opositora Svetlana Tikhanóvskaya. Protasevich fue arrestado en la pista de aterrizaje del aeropuerto de Minsk. Tras unas semanas detenido en las que especuló con que podría haber sido torturado, ahora está, junto a su novia, Sofía Sapega, en arresto domiciliario en la capital bielorrusa.