Columna Digital – En una valiente y decidida postura, las universidades jesuitas en México han decidido romper con el régimen del presidente Daniel Ortega. Esta decisión ha sido tomada como respuesta a los recientes acontecimientos en Nicaragua, donde se ha visto un deterioro significativo de los derechos humanos y un aumento de la represión por parte del gobierno.
Las universidades jesuitas, reconocidas por su compromiso con la justicia social y los derechos humanos, han decidido no quedarse al margen de la situación y levantar su voz en protesta. Han manifestado su rechazo a las acciones del gobierno de Ortega y han anunciado que no colaborarán más con instituciones o programas gubernamentales.
Esta postura de las universidades jesuitas es especialmente significativa, ya que tienen una larga historia y tradición de estar al servicio de las comunidades más vulnerables y de promover la justicia y la equidad en la sociedad. Su decisión de romper con el régimen de Ortega es un mensaje claro de solidaridad con el pueblo nicaragüense y de rechazo a las violaciones a los derechos humanos que se están cometiendo en el país.
Es importante destacar que esta no es la primera vez que las universidades jesuitas se pronuncian ante situaciones de violencia y represión. En el pasado, han sido una voz activa en defensa de la justicia y la democracia en diferentes países de América Latina. Su compromiso con la defensa de los derechos humanos es admirable y digno de reconocimiento.
La decisión de las universidades jesuitas en México es una muestra más de cómo la sociedad civil y las instituciones educativas pueden jugar un papel fundamental en la defensa de los derechos humanos y en la lucha por la justicia. Su postura no solo envía un mensaje de solidaridad al pueblo nicaragüense, sino que también reafirma la importancia de la educación como herramienta para el cambio social.
En conclusión, las universidades jesuitas en México han tomado una decisión valiente al romper con el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua. Su postura es un claro ejemplo de su compromiso con la justicia social y los derechos humanos, y demuestra que la sociedad civil y las instituciones educativas pueden desempeñar un papel fundamental en la defensa de los derechos y en la búsqueda de la justicia.
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