Por Juan Carlos Sánchez Magallán.
Uno de los capítulos más vergonzosos de la humanidad fue la deplorable trata trasatlántica de esclavos consecuencia del racismo practicado por el colonialismo de los países predominantes.
Durante cuatro siglos, más de 15 millones de hombres, mujeres, niñas y niños del África sufrieron el brutal sistema de esclavitud practicado en los continentes europeo y americano, siendo la mayor migración forzada de la historia; ahí están los grandes asentamientos de poblaciones afroamericanas.
Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Brasil se convirtieron en potencias mundiales por medio de esta infame explotación, al someter a familias enteras durante décadas en trabajos extenuantes en sus plantaciones de café, azúcar, tabaco y algodón.
En 1791, un grupo de esclavos se rebelaron contra el sistema de Saint-Domingue (hoy Haití) para obtener su libertad y su independencia.
En México, en 1813, fue Chilpancingo, Guerrero, la sede donde José María Morelos y Pavón firmó Los sentimientos de la nación, para la abolición de la esclavitud en nuestra República.
El trato recibido era denigrante y ofensivo a la dignidad humana, al ser encerrados en barracas oscuras e insalubres (sin alimento y agua), donde los ataban con cadenas hasta proceder a su venta mediante subastas públicas, adjudicados a “sus nuevos dueños”, los trasladaban a las haciendas donde vivían peor que animales.
Existen formas modernas de esclavitud, como el reclutamiento de adolescentes por la delincuencia organizada para convertirlos en halcones, vigías en entradas y salidas de pueblos y ciudades para, después, convertirlos en vendedores de drogas en las zonas urbanas y turísticas del país.
La explotación sexual de mujeres, niños y niñas para ejercer la prostitución e intercambiar servicios sexuales a cambio de dinero es, sin duda, la esclavitud más lucrativa de todas.
La trata de personas basada en el engaño por parte del traficante a través de mentiras, coacción o abuso para conseguir una posición de dominación en sus víctimas, aprovechando su precariedad económica y cultural.
Esto sucede en todas las regiones del mundo, preponderantemente con migrantes; es común que personas desesperadas paguen fortunas por salir de sus países con la promesa de conseguirles trabajos prósperos, terminando como víctimas de las redes del crimen organizado mundial.
No es casual cómo “enganchan” a las jovencitas con el señuelo de conseguirles “empleos lucrativos”, como edecanes o modelos, las secuestran y vulneran para volverlas adictas a las drogas; al esclavizarlas con violencia, las explotan en la prostitución de calles y clubes nudistas de todo el mundo. Datos de la ONU refieren que 168 millones de niños y niñas trabajan bajo coacción para el beneficio de terceras personas.
El matrimonio infantil y forzado afecta a mujeres y niñas que son obligadas a contraer matrimonio sin posibilidad de elección y en contra de su voluntad, se estima que 12 millones de niñas lo viven anualmente.
El trabajo de servidumbre refiere a las personas que adquieren un préstamo o adeudo importante y se obligan a trabajar muchas horas en pésimas condiciones por un salario irrisorio para hacer frente a sus pagos. Ahora, en la pandemia, en el home office se da el “exceso laboral”, pues muchas personas trabajan sin las condiciones mínimas; al ser obligadas al trabajo en casa desarrollan jornadas laborales con horarios por encima de los señalados en la ley. El trabajo forzoso de personas que trabajan para organizaciones, gobiernos o individuos en diferentes contextos, como campos de concentración, explotaciones agrícolas, fábricas, barcos pesqueros y procesadores de productos.