De Gerónimo Rulli (La Plata, Argentina, 29 años) se podía esperar una hazaña en la final de la Liga Europa y la hizo, pero no la habitual de un portero cuando es bombardeado por sus rivales. El guardameta del Villarreal se convirtió en el héroe sin apenas haber tenido que intervenir durante el partido. No se le recuerda una parada de mérito durante los 120 minutos. Completó una actuación de trámite. El United acosó durante mucho tiempo el área que defendía Rulli, pero apenas disparó entre los tres palos. Sin embargo, el último detalle del choque fue trascendental e inesperado. Posiblemente, nunca se planteó tener que ejecutar un penalti y detener el del portero contrario. Lo hizo y su equipo pasó a la historia.
Unai Emery, sobrino nieto del portero del Real Unión que encajó el primer gol en la historia de la Liga, confió en el recién llegado Rulli para jugar la competición europea. El futbolista argentino se encontró en el Villarreal con un orden jerárquico encabezado por Sergio Asenjo, valor fiable para el campeonato regular, pero tuvo su válvula de escape en la Liga Europa desde el primer partido hasta la final de Gdansk. Venía de unos años un tanto convulsos para él, en los que se mezclaron la desconfianza de la afición de la Real Sociedad y algunos errores de bulto que se empezaron a cronificar. “Sentía que me pateaba al arco un niño de dos años y me hacía gol. Estaba sin confianza”, llegó a decir Rulli.
Rulli fue Esnaola en la final de Copa de 1977, y De Gea fue Iribar, y con el portero de Andoain, leyenda del Betis, comparte su paso por la Real Sociedad. Ambos patearon el último penalti de su equipo y atajaron el del portero rival para dar un título a su club. El de Esnaola, que le pidió perdón a Iribar tras batirlo en otra tanda decisiva, todavía se recuerda con orgullo y cariño en Heliópolis y cierta amargura en Bilbao; el de Rulli será memoria permanente en La Cerámica.
La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.