Todo está preparado en Honduras para que este jueves Xiomara Castro tome posesión del cargo como presidenta de Honduras para los próximos cuatro años. Hasta el fin de semana, cuando sus diputados protagonizaron una bochornosa pelea en la tribuna del congreso, el adjetivo “histórico” era el que mejor encajaba con su llegada al poder. Al frente del partido Libertad y Refundación (Libre),
Castro, de 62 años, había logrado una victoria por goleada en los comicios de noviembre terminando de esta forma con el secular bipartidismo. Con su triunfo en las elecciones más votadas de la historia, Castro logró la presidencia, el mayor número de diputados y las principales ciudades: Tegucigalpa y San Pedro Sula. Tan histórico como los resultados, lo es también el hecho de que una mujer llegue a lo más alto en uno de los países con mayor número de feminicidios del continente.
En el origen de la disputa que amenaza con amargar la toma de posesión están las distintas corrientes que le ayudaron a ganar las elecciones y que ahora conviven en su gobierno. Un acuerdo previo a las elecciones entre Libre y el partido de Salvador Nasralla (PSH) establecía que el popular presentador de televisión no se presentaría a los comicios como candidato si Castro le garantizaba la vicepresidencia de Honduras y la posibilidad de elegir la directiva del Congreso.
Finalmente, Castro obtuvo 50 curules y Nasralla diez por lo que no alcanzan la mayoría simple para refrendar el pacto. Aprovechándose de esto, 20 diputados de Libre se unieron a 44 del Partido Nacional y otros grupos más pequeños para nombrar a Jorge Cálix como presidente del Congreso con su propia Junta Directiva. La reacción de Castro fue expulsar del partido a 18 de los 20 legisladores después de que dos se retractaran.
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