Desde la convicción que los adultos tienen que proporcionar a los niños espacios en lo que puedan explorar, expresarse, simbolizar, moverse y descansar; así como por el contexto marcado por la covid, algunos profesores de infantil del Colegio Lourdes de Madrid, empezaron a salir con toda la clase (y sus familias), durante un día a la semana, a conectarse con la naturaleza de la Casa de Campo. Ares González es uno de los tutores promotores de la idea, además de autor de Educar sin GPS (Planeta, 2021) y creador de dos espacios de formación: Crecer en Familia y Escuela de Docentes.
Más información
Acompañamos a Ares González y sus diecisiete alumnos el último jueves del curso que pasan en la Casa de Campo. Llama la atención la seguridad de los niños de tres años manipulando palos y piedras, subiendo a los árboles, mirando hormigas, o incluso, hablando con paseantes o ciclistas que disfrutan, como ellos, de un día en el medio ambiente.
Nos cuenta el tutor: “Los niños tienen un tempo, ellos van más despacio que el resto. El mundo en el que viven va mucho más rápido y no pueden procesar todo lo que está ocurriendo. Pero cuando venimos al campo, la tierra tiene sus propios ritmos y estos sí que se ajustan a la infancia”. González afirma que el sueño y la alimentación de los niños se regula basándonos en el tiempo que pasan con iguales, los ratos de sol, así como con el tiempo que están al aire libre. La Casa de Campo es un fabuloso regulador. Mientras hablamos, sus niños saltan, corren, miran árboles y flores y viven lo que en las fichas o libros de texto les cuentan como teoría.
Más información
La naturaleza les ofrece todo lo que necesitan para el desarrollo. No solo por la actividad física y lúdica, también por picarles la curiosidad y ver mundo para ampliarles los horizontes. Como leemos en Educar sin GPS: “La playa, la montaña, el campo o los parques grandes cambian con las estaciones y contienen plantas y pequeños animales de los que pueden aprender observando.
La naturaleza se ajusta a su ritmo porque va despacio y les permite crear nuevas posibilidades como recorrer caminos y construir refugios”. Según Ares González el medio ambiente siempre les proporciona posibilidades para conquistar nuevos retos, y considerando que “no hay mal tiempo, sino mal equipamiento”, los niños pueden (y les beneficia) salir incluso lloviendo. Sus alumnos de tres años equipados con botas de agua y ropa impermeable han hecho de los charcos, de las gotas o de rebozarse por la nieve una forma de experimentar, divertirse, y por supuesto de liberar energías.