#MITO #VIVIENTE | Hace cien años, una famosa actriz francesa de teatro y cine llamada Sarah Bernhardt, quien era conocida por ser escandalosa e indomable, murió y se convirtió en un mito viviente que trascendió el tiempo. Bernhardt era reconocida por su gran talento actoral, su voz impresionante, su figura alta y esbelta, y por romper con las convenciones de su época. Su presencia en el escenario cautivó a todos los públicos que la vieron y también a la comunidad literaria.
“Monstruo sagrado”, la llamó el poeta Jean Cocteau. La intérprete legendaria triunfó en los teatros del mundo con los mejores papeles de Jean Racine, William Shakespeare, Edmond Rostand y Alejandro Dumas hijo, por ejemplo. Incluso interpretó papeles masculinos. Fue Hamlet, Lorenzaccio y L’Aiglon. Su fulgurante paso abarcó dos siglos, las décadas finales del siglo XIX y las primeras del XX.
Brilló por ser creadora de un estilo naturalista encima de las tablas, sin pomposidad ni pedantería. “Hay cinco clases de actrices: las malas, las pasables, las buenas, las grandes y luego Sarah Bernhardt”, llegó a decir el escritor Mark Twain.
En palabras de la propia artista: “me armé para la lucha, prefiero morir en medio de una pelea que extinguirme en los lamentos de una vida fallida”, difunde Helène Tierchant, quien en enero pasado lanzó una segunda biografía con el título Sarah Bernhardt: Scandaleuse et indomptable, debido a que aunque se creía saberlo todo, la apertura de fuentes inaccesibles, archivos y correspondencia inédita hizo posible descubrir aspectos insospechados de esta personalidad ardiente.
“Reverenciada por el virtuosismo de su interpretación, su increíble valentía y su atrevimiento, o denigrada por su personalidad incandescente, su inconformismo y sus excesos mediáticos, nunca una estrella desató tantas pasiones como Bernhardt (1844-1923), cuyo único nombre sigue siendo una leyenda”, se anuncia en el nuevo libro, que se suma al de 2009: Sarah Bernhardt: Madame ‘quand même’.
Helène narra que “tenía una presencia delirante y gran técnica vocal, muy cercana al arte lírico”. Sus escenas de agonía y muerte causaban furor, “la gente acudía para verla morir. Sus ojos daban vueltas, se quedaban en blanco, la gente estaba fascinada”.
El Petit Palais, museo de bellas artes de París, preparó la exposición Y la mujer creó la estrella, una gran retrospectiva dedicada a La Divina, con motivo del centenario luctuoso. Este recinto resguarda una colección de obras ligadas a ella, incluido un espectacular retrato que pintó su amigo George Clairin y que fue donado por Maurice, hijo de la artista. A partir del 14 de abril y hasta el 27 de agosto se evocan sus papeles más importantes gracias a vestuarios, fotografías, pinturas, carteles y otros objetos de memorabilia.
Gracias por leer Columna Digital, puedes seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram o visitar nuestra página oficial.
La nota precedente contiene información del siguiente origen y de nuestra área de redacción.