El presidente de EE UU, Joe Biden, ha anunciado este sábado un incremento del número de efectivos que se encargarán de garantizar “ordenada y adecuadamente” la evacuación de la Embajada en Kabul y del personal estadounidense y de países aliados, así como la de los afganos que colaboraron con las tropas de EE UU “y aquellos en especial riesgo ante el avance talibán”. En total, serán 5.000 soldados, 2.000 más de los anunciados esta semana por la Casa Blanca.
Tras celebrar una videoconferencia con altos cargos de seguridad y defensa para analizar la situación sobre el terreno –más inquietante si cabe tras la toma este sábado de Mazar-i-Sharif por los barbudos-, Biden ha enviado un mensaje a los representantes del grupo fundamentalista en Doha (Qatar) advirtiéndoles que EE UU responderá “de manera clara y contundente” a cualquier acción que ponga en riesgo al retén de estadounidenses que permanezca en Afganistán. Como ha reiterado esta semana, el mandatario de EE UU no se arrepiente de sacar a las tropas del país centroasiático pese al previsible colapso del Gobierno legítimo y las consecuencias que para la población civil, especialmente las mujeres, tendría la eventual declaración de un emirato al estilo del califato del ISIS en Siria e Irak.
A diferencia de lo ocurrido en 1979 en Teherán, cuando con motivo de la crisis de los rehenes la rápida salida de la Embajada estadounidense dejó en manos de los seguidores del ayatolá Jomeini material sensible, los funcionarios de la legación en Kabul han recibido esta semana la orden de destruir todo material confidencial y comprometido para evitar que llegue a manos de los talibanes si, como todo parece indicar, estos alcanzan Kabul, una eventualidad que los responsables de inteligencia estadounidenses cifran en un plazo de 30 días; más o menos, coincidiendo con el vigésimo aniversario del 11-S, la serie de atentados terroristas de Al Qaeda que provocó la intervención internacional en Afganistán bajo el lema “guerra contra el terrorismo” acuñado por el presidente George W. Bush.
“Estamos trabajando para ayudar a miles [de afganos] que han ayudado a nuestra causa, y a sus familias”, subraya en el comunicado Biden, blanco estos días de las críticas de los republicanos y algunos aliados como el Reino Unido por dejar abandonado a su suerte al país centroasiático. Aunque los acontecimientos sobre el terreno parecen alejar por minutos la posibilidad de una solución negociada, el demócrata ha dado instrucciones a su secretario de Estado, Antony Blinken, para respaldar al presidente afgano, Ashraf Ghani, en los esfuerzos diplomáticos y políticos. Blinken ha hablado este sábado con Ghani para subrayar la urgencia del diálogo, mientras los talibanes atenazan Kabul, y testimoniarle “la sólida relación diplomática y de seguridad” que entretienen ambas Administraciones.
“No le dejaré la guerra [de Afganistán] a un quinto presidente”, ha recalcado este sábado Biden, en referencia a la prolongación del conflicto durante el mandato de cuatro presidentes. Dispuesto a poner punto final a “la guerra más larga” -más incluso que la de Vietnam, con cuyo final muchos quieren comparar la inminente salida estadounidense de Afganistán-, el presidente demócrata ha aprovechado el momento para recordar que “un año más o cinco años más de presencia no marcarían ninguna diferencia si el Ejército afgano no controla su propio país”. “Una presencia sine die en medio de un conflicto civil de otro país no es aceptable para mí”, ha remachado.
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